Embarazada ~ 92

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Narra Peter:

Gracias a Dios, la policía pudo atrapar a Bartolomé y a sus dos enormes ayudantes. Los encarcelaron por 45 horas, hasta que el juez los juzgó. El juez, quién parecía estar comprado, tan solo les puso una orden de alejamiento y una multa por agresión. En ningún momento los encarceló como debería haber hecho, pero al menos, nos quedaba la esperanza de que estaban controlados por la placía y así no podrían acercarse a nuestra casa ni hacernos nada malo.

Y pasó un mes y medio. Estábamos a punto de entrar en el mes de diciembre. 26 de noviembre de 2015. Con suerte, y según dijo la ginecóloga, los bebés vendrían al mundo a partir del 15 de diciembre. Dentro de la panza, ellos se movían, cada vez más y más, por su culpa, muchas noches Lali no podía dormir. Aunque era feliz con la mano en la panza, sobretodo cuando notaba sus pataditas, al igual que yo. Era algo tan hermoso, indescriptible... Algo que realmente te llenaba el alma y producía que cayeran lágrimas de tus ojos.

Y a día de hoy, tan solo quedaban unos 20 días (siguiendo a la ginecóloga) para verles las caritas, tanto Lali como yo estábamos ansiosos. Pero no solo nosotros, también mis papás, mi hermano, mis amigos... La familia de Lali, obviamente.

¡Y se me olvidaba contarles una de las cosas más importantes que habían sucedido! Aunque, desgraciadamente, Lali no había podido ver el momento en vivo. Y tampoco había conocido a su pequeño sobrino, Santino Gómez Espósito, el cuál había nacido el 20 de noviembre, ya con su mamá fuera de la prisión. Y junto con el nacimiento de Santino, el nacimiento de nuestros enanos estaba cada vez más y más cerca. Y yo ya no podía aguantar la espera... Necesitaba conocerlos cuanto antes.

Aquella mañana, bajé a desayunar acompañado de mi hermanito pequeño. Ese día tendría su último examen y con él, terminaría el curso.

— ¿Estás nervioso por el examen enano?

— Un poco — me dijo sonriendo —. Sabes que literatura es una materia que me cuesta muchísimo. Y el profesor es un tarado, no me ayuda en nada.

Fruncí el ceño:

— Papá paga un colegio caro para que ese maldito profesor te ayude Bautista, no para que yo te tenga que ayudar — suspiré —. Bueno, en realidad no me importa ayudarte enano, y lo sabés, pero veo mal que el tarado del profesor no te ayude con la materia.

— ¿Y qué querés que haga Peter? No ayuda a nadie, tan solo a una nena que parece caerle bien... El resto tenemos que buscarnos la vida solos.

— ¿Y papá no le puede pedir una entrevista?

— Sí, pero... No le dije del tema.

Le agarré de los brazos y lo senté a upa a mío. Era mi hermano pequeño, y además, debía empezar a practicar porque, como ya había dicho, cada vez quedaba menos para la llegada de los mellizos.

— ¿Le tenés miedo al profesor?

Bautista asintió con la cabeza:

— No solo yo le tengo miedo, todos le tenemos miedo. Es un tarado, te juro.

— Entonces, yo hablo con él.

— Pero Mudge...

— Mudge no me va a decir nada si salgo acompañado de él o de cualquiera de los policías. Voy a hablar con ese profesor estúpido y le voy a poner los puntos. Nada más... Así que, vamos a ver como sale el examen, y si sale mal, tu hermano mayor va a ir a hablar con este tarado. ¿Cómo se llama el profesor?

— Mariano.

— ¿Y el apellido?

— Martínez. Mariano Martínez.

Ah no... Esto si que no podía ser. Primero con Lali y después con mi hermano. ¡Lo iba a matar! ¿Por qué mierda la había tomado con mi familia?

— Escuchá Bauti... Ese profesor tuyo, ¿es nuevo?

— Sí, antes daba clases en la Universidad. Pero, como desde el mes de julio, comenzó a dar clases en mi colegio. Debieron echarle de la Universidad o se fue él, no sé.

Suspiré.

— Apruebes o no, en cualquier caso, voy a ir a hablar con ese desgraciado Bautista.

— Si paso no vayas Peter... Creo que es lo mejor.

— Voy a ir igual, vos no te preocupes que va a estar todo bien, ¿si? El hermano no va a hacer nada malo, tan solo charlar con Mariano.

— ¿Y entonces por qué le decís desgraciado?

— Emm, cosas mías. Ahora a desayunar, así te va a salir el examen mucho mejor, ¿de acuerdo? Desayuná bien, cometelo todo.

Mi hermano terminó de desayunar y le acompañé afuera. Subió al auto de Mudge, y este le llevó al colegio. Regresé arriba y desperté a Lali con besos tiernos.

— Buen día mi amor... — dije dándola un último beso en los labios y acariciando su pancita a la vez.

— Mmm — musitó ella, aún dormida.

— No sabía que se dormía tanto los últimos meses del embarazo, claro, excepto cuando los enanos la molestan a mamá, ¿verdad enanos? — besé su panza y la volví a acariciar —. ¿Verdad que sí?

— ¿Qué hora es? — preguntó estando aún medio dormida.

— Son las 9.

— ¿Las 9 ya? — lali abrió un ojo.

Miré mi reloj de muñeca:

— Las nueve menos cuarto para ser exactos. Acabo de dejar a mi hermano en el auto de Mudge para que lo llevara al colegio. Hoy tiene su último examen, literatura.

— Ojalá yo tuviera exámenes, así podría salir fuera de casa.

— Vos y yo aprobamos todas las materias con los exámenes online, mi amor. Así que no es motivo de queja.

— Al menos tu hermano sale de casa.

— Eso es cierto, bueno... Levantate que tengo que contarte algo.

— ¿El qué cosa? — me preguntó aún con los ojitos cerrados.

— Mariano Martínez, le está dando clases a mi hermano. Y tengo un muy mal presentimiento.

-...-

(Cuando este capítulo tenga 100 votos o más, subiré el capítulo 93)

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