Me limpie las mejillas, los ojos y seguí revisando hasta que me encontré con una que tenía mi nombre, era la letra de mi padre.
Mi corazón se detuvo.
Y mi madre entró.
— ¿Qué tienes, hija? —mi madre se acercó a mí, mis manos temblaban.
—Es para mí... es de padre—digo nerviosa, aun sin dejar de llorar.
—No sabía que te había escrito una—dijo mi madre tan asombrada como yo lo estaba—Mira, ahí hay otra—dijo sacando otra carta de tantas, comenzamos a revisar y encontramos solo dos cartas, escrita para mí de mi padre.
—No creo que pueda leerlas ahorita—digo vacilante.
—Está bien, hija, está bien—dijo abrazándome, comenzamos a llorar en silencio.
Estefan llegó, sus manos estaba llena de comida china, al vernos su rostro cambió por completo.
— ¿De qué me he perdido? —se acercó a nosotras, dejando la comida en el sofá de padre, le di una de las cartas— ¿Es de tu padre?
—Cuánto tiempo habrá pasado cuando escribió esto—intento decir en lagrimas, Estefan desliza su mano por las otras cartas con los nombres de mis padres en ellas.
—No lo sé, amor—dice.
—Voy al baño, permiso—pase de mi madre y Estefan y me encerré en el baño, tratando de calmar mis emociones.
Estaba triste, muy triste.
Pensar que esas cartas estuvieron ahí desde siempre.
La puerta se abrió y Estefan se sentó frente a mí, sin decir ninguna palabra me senté en su regazo, comenzando un llanto casi interminable, su mano se deslizaba por mi espalda.
—Todo va a estar bien—susurraba mientras que yo me ahogaba en lagrimas—No te debes sentir culpable por no haber revisado antes el escritorio de tu padre, Hal.
—Siempre estuvieron ahí y yo nunca tuve la iniciativa de buscar—dije entretanto.
—Porque no lo sabías, nadie, siquiera tu madre sabia que tu padre te había escrito cartas.
Me eche para atrás para encararlo, sus manos pasaron a mi rostro para limpiar mis lagrimas.
—Me da miedo lo que pueda estar escrito ahí—admito. Estefan se me queda mirando por unos segundos.
—Nada malo puede decir esas cartas, estaré contigo si así lo deseas, no sientas miedo, aquí voy a estar—sus palabras fueron reconfortante, me volví a acostar en él y mi madre fue la próxima en entrar, más calmada.
— ¿Todo bien?
—Sí, un poco—respondí viéndola—Las leeré cuando termine de arreglar todo el despacho, quiero prestarle atención cuando la este leyendo.
—Me parece muy bien, creo que nos debemos un descanso, comer y luego seguir—habló mi madre pasando su mano por mi cabeza.
Nos levantamos y comimos afuera, creíamos que era lo adecuado, el aire fresco nos haría bien.
No me había separado de Estefan, estaba sobre sus piernas, comiendo comida china, mi madre estaba sentada en la mesa leyendo un libro sobre la vida mientras que se metía fideos en su boca.
— ¿Estas mejor? —trague asintiendo.
—Un poco nostálgica pero mucho mejor—respondo inclinándome para darle un beso—Gracias por apoyarme.
—Aquí estaré siempre para ti.
Seguimos ahí sentados una hora más, estábamos cansados, empacar cosas no era tarea fácil y más cuando tocaba revisar todo lo que estábamos guardando.
Terminamos muy tarde de nuevo, Estefan y unos hombres metían las cajas una por una en el camión, mi madre quería salir de eso este mismo día, por alguna razón la casa se sentía vacía pero sin embargo mi madre se veía más tranquila, como si le hubieran quitado un grandísimo peso de encima.
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VOLVERIA A TI.
RomansaA veces un amor puede estar entre lo imperdible y lo recuperable. A veces no te das cuenta que aunque la tormenta haya pasado, se quedan sus secuelas. Acompáñanos a averiguar lo que quedó de este imperdible amor. Secuela de Imperdible Am...