Capitulo 139

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Me levante estirándome, sintiéndome satisfecha, la luz me daba ligeramente en la cara, Estefan seguía dormido a mi lado, me apoye de mi brazo para verle mejor, sus pestañas entrelazadas, sus labios carnosos y entre abiertos, su cabello despeinado, su barba que ya le estaba saliendo, todo él era tan bello, me deslice entre la poca distancia que teníamos y lo bese, él se despertó pero no abrió sus ojos, me cogió entre sus manos y entrelazó sus piernas con las mías.

—Buenos días—susurró en mi boca, yo sonreí— ¿Tienes mucho tiempo despierta?

—No, acabo de levantarme—lo mire, sus ojos tan verdes—Te estaba viendo y no pude aguantarme para besarte.

Estefan se acurrucó más a mí y me dio un beso entre la oreja y el cuello.

—Me gusta despertarme y tenerte a mi lado—susurró invitándome a seguir durmiendo, nos quedamos en cama una buenas horas más.

Al abrir de nuevo los ojos, me encontré a un Estefan duchándose con la puerta abierta del baño, me apoye en mi mano para observarlo.

—Admito que despertar así con estas vistas, me agrada aun más—dije haciendo que volteara a verme con una sonrisa picara en su rostro.

—Hola—dijo entre risas sin dejar de ducharse, me levante desnuda de la cama y me uni a él, al agua tibia de la ducha, entre risas, besos y caricias nos duchamos, al salir, bajamos y fuimos a comprar comida porque ya no quedaba nada para comer, fuimos a un supermercado que quedaba un poco lejos, Estefan se encargó de comprar comida para los días que nos quedaríamos, aun no sabía cuántos iban a ser y tampoco quería preguntarle, solo quería vivir este momento sin importarme nada, solo él y yo. 

 Regresamos a nuestra casita, aun era temprano.

 — ¿Quieres ir a nadar? —me preguntó cuando terminaba de guardar el helado. 

—Vamos, mi amor—dije quitándome la camisa para dejar a la vista mi bañador rojo. —Pero no aquí—respondió con una sonrisa en su boca, cogió las llaves del auto y salimos, Estefan se metió por unos senderos que quedaba entre el bosque hasta llegar a un lago, había unas cuantas personas y un cartel en grande que advertía sobre cocodrilos. 

—Hay cocodrilos—susurre señalando el cartel. 

—Nada de qué preocuparse—respondió cogiéndome la mano y besándola—Yo te protegeré.

 —Nos puede comer a los dos. —Bueno, moriremos los dos juntos.

 — ¡Eso no es gracioso, amor! —me queje dándole un golpecito en su hombro, su risa contagiosa me hizo reír. Nos bajamos del auto y fuimos hacia unas escaleras que daban al lago, había algunas personas nadando y en el fondo se podía ver una red inmensa que bloqueaba el paso más allá. — ¿Es para los cocodrilos? —pregunte a Estefan que miraba el perímetro.

 —Supongo que sí, amor, estamos protegidos aquí—respondió viéndome fijamente, me acerque a él y lo bese. 

—Gracias por esto—dije pasando mi mano por su mejilla—Me haces muy feliz ¿Lo sabes, verdad? —Estefan me cogió entre sus brazos y me abrazó dejando un beso en mi cuello. 

—Tú también me haces feliz—susurró—Por eso quiero casarme contigo, para ser feliz todos los días a tu lado. 

—Te amo—él sonrió y me besó y entre el beso respondió. 

—Te amo mucho más. 

 Pasamos la mayor parte de la tarde nadando, unos chicos nos invitaron a jugar voleibol y nosotros con gusto nos unimos, pasamos la tarde riendo, riendo y jugando en el lago, cuando atardeció Estefan y yo nos despedimos, un tanto por el hambre que nos saciaba y por otra el miedo que le tenía a que apareciera un cocodrilo a comernos.  Llegamos de nuevo a nuestra casita y antes de que subiera a ducharme, Estefan me sujetó de las manos. 

—Quiero llevarte a un lugar—dijo viéndome fijamente—Para que sepas. 

— ¿Me pongo bonita? —pregunte

 —Tú siempre estas bonita—respondió—Pero si, una cena especial. 

—Está bien.

 Subí las escaleras y me duche, al salir cogí el único vestido que metí entre la ropa, era negro y me cubría los brazos, tenía una pequeña abertura en la espalda, me maquille muy poco, me puse los únicos zapatos que traje y baje, Estefan ya estaba duchado y vestido, había aprovechado la ducha de afuera.

 —Rápido, el muchacho—bromee viendo que también se ponía sus únicos zapatos. Se levantó y se acercó a mí. 

—Estás hermosa—me dejó un beso en la frente. 

—Tú también estas muy guapo, amor. 

— ¿Aun quieres casarte conmigo? —asentí sin titubear. 

—Mi respuesta siempre será si—susurre, deslizando mi mano por su mejilla para dejarla en su pecho, salimos de la casa y nos fuimos a comer al restaurante que tenía este lugar, era muy alejado de las cabañas, se escuchaban algunos grillitos y las personas hablaban muy bajo, todo era muy conservador. Una chica nos atendió y nos llevó a una mesa que al parecer Estefan ya había reservado, caminamos entre algunas mesas y luego salimos a una terraza, las estrellas estaban sobre nuestras cabezas y hacia un poco de viento. 

—Ya alguien viene a atenderlos—dijo la chica dejándonos solos, habían personas a nuestro alrededor, todos en pareja. 

—Es muy bonito—susurre cogiéndole de la mano. 

—Tarde para reservar aquí afuera pero pude lograrlo—entrelazó nuestros dedos y luego me miró con angustia—El frio... 

 —Por ahora estoy bien. 

—Igual si sientes frio me dices y hago algo al respecto. —Sí, amor.

Un mesero llegó con pande ajo, nos entregó el menú y Estefan y yo pedimos al instante, pasta a lacarbonara con champiñones y langostinos junto con un vino. Todo era muy especial, Estefan y yo no dejábamosde reír y recordar viejos tiempos.    

VOLVERIA A TI.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora