Partida

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Guzmán se levantó, se acercó a Gladio y colocó momentáneamente su mano sobre el hombro del recluta. Le hizo señas con la mirada, y éste siguió sus pasos.
Se acercaban cada vez más reclutas al ver que ya se encaminaba hacia su nueva distracción, esbozándosele una pícara sonrisa en el rostro.
Francine dejó su asiento y se colocó cerca de Guzmán.

—Ya sabéis, reclutillas. Es momento de asustar a toda esta chusma de pacotilla —improvisa, gesticulando.

—¿Cuál era el plan? —pregunta uno—. ¿Robarles el pan? ¿Con eso fliparán?

—No, estúpido —contesta otro—. Tenemos que hacer ruido. Robar pan sería aburrido. Nos pillarían en un chasquido. Hay que ir desapercibidos, sin hacer ningún sonido, con el corazón tranquilo, provocar un apagón masivo y asaltar las tiendas en un abrir y cerrar de ojos. Los cerebros de la gente estarán confusos y perdidos. Y nosotros estaremos más que abastecidos.

—Sois demasiado ruidosos —murmura Francine, regañándolos.

Conflicto de interésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora