Impulso

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Gladio, junto a Sun, quedó de pie. Estaban uno frente al otro, el pequeño rodeado por los brazos del rubio.
Aunque su rostro, de manera habitual, era bastante inexpresivo, ahora podía distinguirse un pálido rubor en las mejillas del joven entrenador. Gladio, por su parte, se sentía feliz de una manera indescriptible, nerviosa, que le hacía arder el pecho.
Entre ellos no se habían sucedido demasiadas palabras, mucho menos densas conversaciones, pero parecía que su relación con él era mucho más clara y cristalina que cualquier otra. Tenía la seguridad de que Sun siempre estaría ahí, acompañándole, y él podía asimismo demostrarle todo su afecto sin ningún temor.
Sus cuerpos se separaron unos cuantos centímetros, los suficientes para que el rubio pudiera mirar directamente a aquellls ojos desconcertados, y hacerle ver su apreciación a sus acciones mediante un nuevo beso. Repitió la acción, a pequeños intervalos, en distintos lugares de su casi inexpresiva cara.
Ni siquiera Gladio podía comprender por qué estaba haciendo aquello, pero consideró que no era más que un estúpido impulso de un estúpido crío enamoradizo.

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