Formas

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Kukui seguía sonriendo. Ni siquiera se molestaba en admirar el paisaje. Tenía los ojos cerrados, arqueados los párpados debido a su sonrisa. Tenía un gesto algo estúpido, pero aquello le importaba nada y menos. Estaba feliz. Feliz y expectante. Esperaba a que Guzma dijera algo. Realmente quería seguir hablando con él. Escuchar sus historias, sus recuerdos y reflexiones. Quería que le soltara todas aquellas palabras extrañas que siempre usaba, y que se le colara alguna rima entremedias, y acabara sonando tan orgulloso y seguro de sí mismo como siempre. Casi rozando la más grande arrogancia.

Esperó. Y siguió esperando. Aún tenía aquella sonrisa tonta en su cara, y tenía la suerte de que su gorra le protegía los ojos del sol. No dejó de esperar, pero Guzma no decía nada. No se movía. No se quejaba. No intentaba apartarle el brazo que había colocado sobre él con la confianza de quién no teme nada.

Relajó la postura de su cuello y abrió los párpados, dispuesto a analizar el rostro de su acompañante y hacer honor a título de Profesor. Plantó la vista en su perfil. Las formas rectilíneas, angulosas que construían su rostro destacaban aún más por el efecto lumínico del atardecer. La frente tensa, la nariz puntiaguda y los labios finos, firmes sobre la barbilla un tanto cuadrangular. Todos aquellos rasgos le eran enteramente familiares. Los había admirado multitud de veces. En especial la forma rígida de sus cejas, en diagonal, y los ojos profundamente negros que miraban hacia el horizonte como si desafiaran a todo aquello que estuviera más allá de su campo de visión. A veces sentía que si se le quedaba mirando directamente, la oscuridad de su iris acabaría absorbiéndolo.

Nada de aquello le era novedoso. Y sin embargo no podía dejar de preguntarse en qué debía estar pensando. A qué o a quién intentaba desafiar. Qué era lo que recorría su mente que lo mantenía tan alejado de la realidad.

Conflicto de interésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora