Conflicto de interés

Pokéball

Gladio recordó algo, se levantó de su sitio y se sentó bastante cerca de Sun. Le sonrió con toda confianza y sacó una de sus Pokéball, de la cual emergió Silvally.

—Ahora somos más fuertes —dijo mientras admiraba la figura de su Pokémon.

—No fanfarronea —añadió Kiawe—. Nos lo puso bastante difícil a mi equipo y a mí...

—También lo será para ti y tus Pokémon —aseguró volviendo la vista al joven entrenador, que seguía observando con cierta sorpresa el nuevo aspecto del que había conocido como Código Cero—. O eso espero —dijo casi en un susurro, soltando una pequeña burla.

Silvally se sentó frente a ellos, y aceptó de buena gana no sólo el Pokélito que le ofrecía su entrenador, sino también las caricias fruto de la admiración que sentía Sun. Sus dos amigos dejaron escapar un pequeña risa debido al extremo cuidado con el que se movía; despacio, calculando las distancias, tratando de ser lo más superficial posible. Parecía que tuviera delante una escultura de cerámica fina, aunque realmente fuera un Pokémon que le superaba en peso, robustez y tamaño de manera abismal.

—Parece que tengo un nuevo visitante —comentó el Capitán al distinguir una figura acercándose, por lo que se puso en pie—. Supongo que tendremos que terminar esta reunión... —lo dijo en un tono apagado—. Nos vemos.

Los tres se despidieron. Gladio terminó de recoger sus cosas y cogió a Sun de la mano, llevándoselo camino abajo. Éste no había rechazado su gesto, ni mucho menos le resultaba molesto; aunque sí había sentido un pequeño rebote en su pecho y un tenue ardor en las mejillas y la nariz. Se limitaba a mirarle por delante de él, con el brazo de ambos extendido y entrelazado. Apenas se fijaba en el entorno que les rodeaba. Apenas notaba el paso del tiempo.