Conflicto de interés

Inri

Abrió la puerta de un zarpazo violento, con los ojos dirigidos certeramente hacia el frente a fin de ver hacia dónde se había fugado su rival. La habitación estaba oscura. Le parecía que la temperatura debía haber descendido un par de grados entre un espacio y otro, lo cual le resultaba extraño. Observó cuidadosamente todo el lugar, pudiendo distinguir sin mucho esmero a Kukui tratando de ocultarse. Caminó tan silenciosamente como pudo hasta el lugar del que sobresalía un pequeño fragmento de una bata blanca que no pertenecía ahí. Pensó en agarrarla y estirar de ella, evitando que pudiera escapársele nuevamente, pero al hacerlo no hubo la resistencia que hubiese esperado: alargó el brazo, levantando la tela, como si se hubiera tratado de un mantel. Para mayor inri, lo que había debajo era un Mimikyu. El Pokémon huyó hacia otra esquina. Guzma observó desconcertado cómo se marchaba.

—¡Te pillé! —exclamó repentinamente Kukui, saliendo de su escondrijo de un salto y dándole un toque a Guzma.

—¡Eh! —reaccionó ante la sorpresa—. ¿Ese Pokémon era tuyo?

—No.

—¿No? ¿Y qué hace aquí un Mimikyu...?

—¿Habrá algún infiltrado? —preguntó burlesco.

—¡Un infiltrado! —repitió—. Si lo hay, se las verá con mi Golisopod. Y eso es cosa mala.

El Profesor tendió su brazo sobre el hombro de Guzma, suspirando. Volvieron a conversar sobre la querella que estaban manteniendo, al igual que se recordaron el uno al otro que procurarían restregar su triunfo.
Se colocó frente a él, ambas manos sobre cada hombro. Le miró directamente a los ojos. Se enfrentó a aquellos iris negros, profundos, oscuros e intimidantes. Apenas se reflejaban en ellos un minúsculo halo de luz, nublinoso, vago y apagado. Mantuvo la vista quieta y firme durante todo el tiempo que pudo, pero le seguía preocupando que le absorbieran y no supiera cómo salir de allí. Apartó los ojos.

—Supongo que has ganado tú —comentó  Kukui un poco decepcionado, aunque sonriente.