Manos

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El tiempo se iba desvaneciendo en silencio, con los dos jóvenes entrenadores observando las ondas que generaban en el agua y el paulatino cambio de tonalidades por la ascensión solar. Ambos parecían sentirse de la misma forma: de manera inconsciente se dedicaban a reacomodar sus posturas y terminaban, poco a poco, más cerca el uno del otro. No se percataron de ello hasta que, por sus movimientos, terminaron tocándose sus manos. Sun se limitó a fijar la vista en el mar con ningún tipo de intención de alejarla de ahí; mientras que Gladio ladeó la cabeza hacia él, primero mirando nervioso el roce de las manos, después su perfil, y tratando de evadirse terminó contorsionándose lo suficiente como para mirar la arena en una dirección diagonal a ellos.

Hacía no más de veinte o treinta minutos habían compartido todo un conjunto de sensaciones y actos afectivos sin mucho temor, y ahora se morían de vergüenza con sólo un pequeño y sutil contacto inintencionado. Aquello era algo que no terminaban de comprender, pero trataron de ignorarlo. El rubio terminó de colocar su mano bajo la de Sun, inclinándose lentamente hacia él. Utilizó su otro brazo para acercarle el rostro al suyo, y le besó tímidamente en la mejilla.

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