Saltos

65 5 0
                                        

Gladio acompañó a Sun hasta su casa, aún cargando con el pequeño Mimikyu. No parecía tener intención separarse de él.
Quería rodearle con sus brazos y plantarle un cálido beso en los labios antes de marcharse, pero no quería intimidar al Pokémon con su proximidad.

El joven entrenador le hizo señas para que se quedara quieto ahí mismo, e inmediatamente entró corriendo a la casa. Gladio apartó la vista cuando se hubo acercado a la puerta, porque le daba la extraña sensación de estar invadiendo una parte muy personal de él.
Regresó pasados unos minutos, esta vez con los brazos libres. Estaba sonriente. Se le acercó con pequeños saltos, le dio un tímido beso, y le cogió de la mano para llevárselo al interior.

El rubio sentía que le temblaban las piernas y le ardía el pecho: había una sensación un tanto punzante ahí. Sus ojos viraban confusos y nerviosos. Decidió cerrarlos rápidamente, al tiempo que seguía el ritmo de sus pasos a través del salón.

Le pareció escuchar el ronroneo de un Meowth.

Después de un rato el aroma era algo distinto. Era algo más conocido. No tardó mucho en imaginar que debía estar en la habitación de Sun, y se puso más nervioso.

Ya no estaba sujeto.

Oyó cómo se cerraba una puerta.

Sintió cómo los dedos cálidos de Sun volvían a recubrir sus manos, posiblemente de pie frente a él.

Aún le intimidaba la idea de invadir su espacio, y no comprendía nada de lo que acababa de suceder. No tuvo mucho tiempo para plantearse esas cuestiones. Sintió cómo la cabeza de Sun se apoyaba suavemente sobre su hombro, y cómo se apegaba cada vez más a él.

Aquél hormigueo tan habitual en situaciones similares volvía a aparecer una vez más. La diferencia ahora radicaba en que aquello se sentía mucho más íntimo y personal que las otra veces.

Y le asustaba un poco.

Conflicto de interésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora