Rincón

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—Estuvo nadando con nosotros y después nos siguió hasta la tienda de Malasadas —explicó Gladio—. Allí nos encontramos con Tilo y...

—¡Y les invité a una buena ronda de malasadas, y después nos hicimos fotos juntos! ¡Fue genial! — se estiró con los brazos sobre la cabeza, riendo animoso—. ¡Y después vinimos hacia aquí, hablando de nuestras aventuras! ¡Sun ha hecho muchas cosas increíbles! —alzó los brazos con energía, se inclinó hacia delante y abrió bastante los ojos—. ¡Así no hay forma de superarle!

—¡Ah, ya veo! —respondió igual de exaltado el Profesor Kukui, riendo—. ¡Pues qué suerte tengo de conoceros! —se acercó y procuró engancharlos a los tres entre sus brazos firmes—. ¡No sabéis la alegría que me dáis! —se separó cuidadosamente, aunque sin perder la oportunidad de acariciarle el pelo a Tilo y a Gladio, con una amorosa sonrisa en su rostro—. Y ya me gustaría a mí ver esas fotos, si es que me concedéis ese permiso. ¡A ver si me guardo una y la enmarco para mi laboratorio!

—¡Sí! Te las ha mandado Sun —informó el peliverde—. ¡A la próxima os invitamos a vosotros también!

—Será todo un placer para nosotros —dijo la pareja al unísono, inclinándose con un aire honorable—. Vamos al laboratorio —añadió Burnet—, y allí nos acomodamos para ver las fotos.

Rockruff fue el primero en moverse. Se veía en su reacción que tenía ganas de acurrucarse en su pequeño y confortable rinconcito de siempre. Tilo fue detrás de él, aún con exceso de energía.

Gladio, que se encontraba junto a Sun, inclinó momentáneamente la cabeza. Miraba sus pasos sobre la arena, y se le escapó primero un sutil suspiro y seguidamente una pequeña sonrisa melancólica. Se había quedado pensando en la alegría que había sentido en la tienda, cuando empezó la ráfaga de fotos. La reminiscencia del embriagador aroma de la comida, la celeridad de sus movimientos, y la dulce risa de Sun. Poco después, la cercanía íntima entre los dos profesores que tanto admiraban él y sus amigos. Cómo se tocaban entre sí, cómo querían estar juntos el uno al otro. El deseo de vivir efímeras experiencias en compañía de aquella persona a la que apreciaban y mimaban con delicadeza. Y entonces, Sun le dio un toque en el hombro. Dejó de lado sus pensamientos y se giró instantáneamente hacia él. Le miraba con intriga, como preguntándole qué le ocurría. Su cerebro había desconectado. No sabía qué decir, ni cómo explicarse. En vez de contestarle con palabras, bajó nuevamente la mirada, entrelazó sus dedos con los de Sun, y con un ardor subiéndole a la cara, volvió los ojos al frente y siguió caminando en silencio.

Conflicto de interésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora