Arena

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Gladio pensó en llamarlo, pero se distrajo al ver que Sun se estaba agachando. Éste se arrodilló sobre la arena y empezó a garabatear en ella con el dedo. El rubio le observó un tanto desconcertado, curioso de qué pretendía dibujar. Se puso de cuclillas para poder estar más próximo tanto a Sun como a la arena que estaba manipulando.

El dedo se deslizaba por la cálida superficie, y el sol empezaba a secarles. Pudo distinguir varias líneas curvas: una especie de círculo, luego otro, un par de triángulos, unos trazos que parecían entre una elipsis y un rectángulo... Y pasados unos minutos, fue capaz de ver la imagen que quería plasmar.

—Se parece bastante —opinó con una pequeña sonrisa tonta en su rostro—. Deberías mostrárselo.

Sun le miró como si le estuviera preguntando si de verdad debiera hacerlo, con un gesto muy avergonzado y dudoso. Volvió a mirar el dibujo, y parecía estar planteándose serias cuestiones artísticas al respecto.

Después de haber disipado cualquier posible duda que hubiera podido tener respecto a su obra, alzó nuevamente la mirada hacia su compañero, esta vez con un semblante más seguro y calmado. Gladio le sonrió de vuelta y decidió, al fin, llamar a Rockruff.

El Pokémon se detuvo en seco, sus orejas reaccionando por instinto se agitaron al escuchar su nombre en el aire, y su cabeza giró hacia el lugar del que provenía la voz: vio que era uno de sus amigos. Hubiera querido ladrarle animosamente, pero como aún tenía el palo entre los dientes, se vio forzado a esperar. Nadó alegre por el mar hasta llegar de nuevo al islote, en cuya costa se detuvo para deshacerse del agua excedente de su cuerpo, dejando el palo con sumo cuidado sobre una gran roca para que se secara lentamente al sol, y ladrando por fin para exponer su felicidad.

Dio unos pasos sobre la arena, aproximándose a los jóvenes entrenadores, deteniéndose frente a una serie de líneas abstractas que se presentaban entre ambos. Miró, y miró, y miró, ladeando su cabeza constantemente tratando de analizar lo que miraba, pero no lograba descifrar lo que había ahí. Gladio le hizo señas para que diera un rodeo y se pusiera a su lado. El Pokémon hizo caso y, finalmente, logró distinguir las formas: era él. Uno de sus amigos le había dibujado en la arena, pero no sabía quién de los dos había sido (o si era cosa de ambos), por lo que agitó la cola y empezó a ladrar, y después saltó sobre uno a lamerle las mejillas, y después al otro, y así podía hacerles saber que los quería a ambos. Entonces, una vez efectuados sus cariños, se sentó ente ambos, frente al dibujo, y lo observó con todo detalle.

Conflicto de interésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora