Espacio

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Quiso decirle que le quería. Quiso decirle que estaba feliz de verle, de estar con él. De besarle. Quiso decirle que lo había extrañado.

También quería abrazarle. Al igual que quería que le abrazara. Sentir sus brazos rodeándole, reconfortándole. Quería sentirse seguro. Quería sentirse querido.

—Te quiero.

La voz de Gladio era suave, y cálida, y endeble. Pero era segura. No se notaba ni un ápice de duda en aquellas dos palabras.

Aún no le había soltado la mano. Pero seguía cerca. Y se acercó más. No mucho, porque ya había poco espacio entre ellos, pero ahora el hueco era aún menor. Apartó la mano de su rostro, y con un gesto resuelto la colocó alrededor de su pequeño torso. Sintió cómo se le pegaba la ropa en aquella zona, y cómo le estaba ejerciendo la fuerza suficiente como para que fuera él quien terminara de acercarse.

Aún no le había soltado la mano. Pero ahora le abrazaba. Y se sentía seguro. Y se sentía querido. Y colocó su otra mano sobre su espalda, agarrando la tela, como si le preocupara que Gladio fuera a separarse otra vez. No quería que lo hiciera. Quería que él también se sintiera seguro y querido.

Sentía cómo sus rostros se volvían a juntar, aunque esta vez eran sus mejillas las que se tocaban. Un pequeño mechón rubio recaía sobre su nariz, y le hacía cosquillas. Trató de contenerse, pero no aguantó mucho tiempo. Inclinó el rostro y se acercó más al suyo, evitando aquel rebelde mechón que le incomodaba. Ahora su nariz era la que tocaba la mejilla.

Gladio imitó su gesto. Juntó la punta de la nariz con la suya, y se movió de lado a lado, juguetón. Después, por sorpresa, le dio un breve beso en los labios.

Se sentía mucho más tranquilo. Recuperaba las fuerzas, el equilibrio. No le temblaba el cuerpo. Se dio cuenta porque volvió a mirarle a los ojos, brillantes, verdes, y no se quedó absorto en ellos. Sabía lo que ocurría. Veía cuándo cambiaba de expresión, aunque fuera de manera muy sutil. Ya no sentía que iba a arder en cualquier momento. Era una sensación más templada, más íntima.

Pensó en decirle lo que quería decirle, pero aún le daba vergüenza hacerlo. Pensó que quizás no era necesario hablar en ese momento. Y como pensó que Gladio entendería lo que quería decir sin hablar, se inclinó hacia él y le devolvió el beso.

Conflicto de interésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora