Conflicto de interés

Pequeño

Guzma se plantó frente al laboratorio del Profesor Kukui con una postura inesperadamente recta y segura, golpeó dos veces con gesto elegante, y esperó. Escuchaba los ladridos de Rockruff, los arañazos a la puerta. Siguió esperando. Volvió a llamar, preguntándose si tenía sentido estar haciendo aquello. Aún escuchaba los gruñidos. Siguió esperando. Empezaba a irritarse.

—Oye, pequeño —trató de hablarle al Pokémon, apegándose a la puerta para que pudiera escucharle mejor—, sé que estás ahí. ¿No puedes dar un salto y abrir la puerta? —preguntó—. ¿De verdad que no? —añadió con amargura—. ¿Kukui no te ha enseñado alguna cosa útil además de llenarle el cuerpo de golpes?

Empezó a caminar de lado a lado. No pasó mucho rato hasta que se detuvo a observar la puerta. Tenía varios tablones que recubrían roturas, y pensó en que podría intentar quitarlos. Pero entonces...

Decidió desechar aquella idea. Miró el paisaje con desgano, recostándose sobre la pared. Dejó de oír los ladridos de Rockruff. Echó un largo y lento suspiro, empezó a enredarse el pelo alrededor de sus dedos, y se mordisqueaba los labios. Se estaba aburriendo. Chasqueó la lengua, volvió a erguirse, y empezó a descender la pequeña escalerita. Había hecho un par de pasos sobre la arena, y fue entonces cuando el Profesor Kukui captó su atención desde atrás. Se giró y confirmó que finalmente había aparecido tras la puerta, mirándole seco e irritado. Se limitó a entrar sin decirle nada y sin dirigirle la mirada.

Un fuerte aroma desconocido, agradable, ocupó toda su mente.

—¿Qué es eso que huelo? —preguntó al tiempo que buscaba con los ojos el origen del mismo—. Este sitio nunca había olido tan bien.

—Son mis aperitivos especiales ultra secretos —explicó plenamente orgulloso—. Pero no vas a tocar ni uno si no me derrotas en la revancha...

—Si pierdes, que lo harás, me los comeré todos frente a ti. Uno a uno. Despacio. Saboreando cada mordisco. Cada victoria.

—Eso ya lo veremos.