Conflicto de interés

Esmero

Habían pasado varios días desde que se había despedido de Tilo, Gladio y la pareja de profesores. Hasta ahora se hubo encontrado nuevamente con todos ellos en alguna ocasión, exceptuando al rubio. No sabía nada de él, pero imaginó que estaba ocupado entrenando a sus Pokémon con esmero. Aún con esta idea en su cabeza..., le añoraba.

Dio una vuelta por las cercanías del Estadio Royale, recordando la presencia de reclutas que avistó Tilo tiempo atrás. En esta ocasión no parecía haber nadie. Quizás porque seguía siendo de día.

Decidió entonces entrar a alguna de las tiendas, quizás cambiar un poco su aspecto...
Mientras andaba hacia la zona comercial, se distrajo observando el vuelo de un pequeño Cutiefly rezagado. Parecía ir tambaleándose por el aire, como si aún no controlara del todo el movimiento de sus alas.

Un golpe.

Se había chocado con alguien. En el pecho de alguien. Alguien que estaba igual de distraído que él. Probablemente por la misma razón.

—¡Oye, pringao! —dijo la voz, que agitaba la cabeza como si, de esa forma, pudiera recuperar el equilibrio—. A saber qué andas mirando para estrellarte contra mí.

No sólo la voz le resultaba conocida, sino que aquella forma de expresarse era inconfundible. Nada más estabilizar su postura, alzó la vida y confirmó la identidad de aquella persona: Guzma.

—Ah, pero si eres tú —añadió entonces con una evidente pérdida de interés y efusión en su voz—. No me digas que también estabas mirando al bicho ese... —murmuró con cierta vergüenza—. Ejem. Es decir. Que qué diablos hacías mirando al bicho ese, ¡en vez de al frente! ¿¡Eh!? —de golpe se adelantó con una postura intimidante con la que parecía querer desgarrarle con uñas y dientes.

Sun se movió hacia atrás por el impulso de la sorpresa. No sabía muy bien cómo debía actuar en aquella situación.

—Es broma —se incorporó nuevamente—. ¿Dónde vas? Quizás te acompañe.

El joven entrenador le miró indeciso, dudando de si lo decía enserio o no.

—Se me está acabando la paciencia —advirtió.

Se puso tenso y le contestó de inmediato. Guzma relajó su gesto intimidante, colocó su mano de manera descuidada y tosca sobre su pequeño hombro, y le dio un sutil empujón para que empezara a andar a su mismo ritmo.