Brillo

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Aún con apuro, Gladio se recostó, despacio, junto a Sun. Le resultaba irreal estar bajo su sábana, fresca y aromática. Le miraba con nerviosismo, aunque también tenía una pequeña sonrisa de felicidad incontenida. Observó con detenimiento cómo su acompañante apagaba la luz con gestos casi acrobáticos, y cómo la situación era repentinamente mucho más íntima. Apenas entraba algún atisbo de luz por la ventana, cuyo brillo, tenue y pálido, arropaba suavemente la piel de Sun. Había ahora un brillo especial en sus ojos, un brillo mágico que, aún ingenuo, se le hacía magnético y atrayente.

No podía dejar de mirarle a los ojos. Aquellos ojos le devolvían la mirada con sumo cariño, con una vergüenza contenida, con algún recóndito deseo de hacer algo que no se atreve.

Sintió una mano agarrarle de la ropa, y notaba cómo se acercaba hacia él. Aún si el brillo de los astros nocturnos era tan delicado, era capaz de apreciar el enrojecimiento que ahora ocupaba sus mejillas. Decidió ayudarle, pese a no saber cuál era su objetivo. Se apegó a Sun, y lo atrajo más hacia sí. Sentía que se le podía salir el corazón del pecho en cualquier momento.

Sun volvió a pegar el rostro a su pecho, pudiendo percibir con facilidad la aceleración que había en su pulso. Gladio arqueó un poco la espalda para evitar que se percatara de ello correctamente, alzándole el rostro para hacer que le mirara directamente a los ojos. Trataba de ocultar la tensión en su cuerpo, distrayéndole con un beso, acariciándole el rostro. A través de un murmullo le sugirió que deberían tratar de dormir. Le dio un beso más, le rodeó con los brazos, y cerró los ojos. Al sentir que Sun le abrazaba también, con aquella delicadeza que le caracterizaba, pudo por fin empezar a relajarse. Procuró respirar con calma y dejarse arrullar por el sueño nocturno y el afecto de su ser querido.

Conflicto de interésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora