leona parte 2

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La batalla es un acto de devoción para los rakkoranos, una ofrenda para que la luz del sol siga resplandeciendo. Se espera que todos los miembros de la tribu luchen y maten sin piedad ni vacilación; Leona no era una excepción. Aprendió a luchar tan pronto como pudo caminar y dominó la espada y el escudo con facilidad. Le fascinaba la niebla que envolvía la cumbre y se preguntaba a menudo lo que podría extenderse más allá de ella. Esa fascinación no le impidió luchar contra las feroces bestias, los entes inhumanos y los pálidos seres sin ojos que bajaban por la montaña.

Luchó contra ellos y les arrebató la vida, tal como le habían enseñado. Sin embargo, un día de su juventud, Leona se encontró en la ladera con un chico de piel dorada con cornamenta y alas similares a las de un murciélago. No hablaba su idioma, pero era evidente que estaba perdido y asustado. La piel de la criatura irradiaba una tenue luz y, a pesar de que todo lo que le habían enseñado desde su nacimiento la instaba a atacarlo, Leona no pudo poner fin a la vida de un ser tan indefenso. En cambio, acompañó al chico al sendero que conducía a la cima, y vio cómo entraba en un rayo de luz solar y desaparecía.

Cuando regresó con los rakkoranos, se la acusó de fracasar con su deber para con el sol. Un chico llamado Atreus la había visto acompañar a la criatura a la montaña para que estuviera a salvo en lugar de matarla. Atreus le había contado a su padre las acciones de Leona y este la denunció por hereje, por haber actuado en contra de las creencias de su gente. Leona no lo negó. Para tal transgresión, las leyes de Rakkor solo establecían un camino: un juicio por combate. Leona se enfrentaría a Atreus en las arenas de combate bajo el sol del mediodía, bajo cuya luz se decidiría el juicio. Leona y Atreus estaban igualados. Las habilidades guerreras de Leona eran formidables, pero Atreus había sido perseverante en su búsqueda de la excelencia guerrera. Leona empuñó su espada y su escudo; Atreus, su lanza. Nadie de los allí reunidos podía predecir el resultado de la batalla.

Leona y Atreus lucharon bajo el sol abrasador, y pese que a ambos les manaba sangre a borbotones de no pocas heridas, ninguno de los dos era capaz de asestar el golpe de gracia. Mientras el sol se hundía en el horizonte, un anciano de los Solari avanzó hacia el campo de batalla de Rakkor con tres guerreros de armaduras doradas y detuvo el duelo. Los Solari eran adeptos de una fe guerrera basada en la adoración al sol, cuyos implacables dogmas dictaban la vida sobre el monte Targon y sus alrededores. El anciano había llegado a Rakkor guiado por sus sueños y por una antigua profecía Solari, que hablaba sobre una guerrera cuyo fuego brillaba más que el sol; una hija de Targon que traería la unidad al reino celestial. El anciano creía que Leona era esa hija y, tras conocer la índole de su transgresión, se reafirmó en dicha creencia.

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