Capitulo 9:

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Me siento pesado, como si mi cuerpo no quisiera recibir aire, también siento como s no hubiera nada a mi alrededor, solo yo, solo en este extraño y blanco lugar.

Me siento como en paz, pero no es una paz agradable, es como una paz aburridamente silenciosa, una de la que quisiera salir, un abrumador silencio como cuando vas a la iglesia y todos se callan de repente.

He abierto los ojos, harto de ese aburrido sueño. Estoy en un lugar que no conozco, todo es blanco, igual que mi sueño, pero aquí esta fresco, además de que esta amueblado. Lo primero que visualizo es una televisión apagada, luego veo un respirador en mi cara, no se como llego eso ahí ni por qué lo tengo en la cara, pero tenerlo ahí me hace sentir bien.

Le resto importancia al respirador y sigo examinando el cuarto.

Al voltear un poco la cabeza encuentro a mi tío con la mirada perdida en mi cara.

No me sentía con ganas de molestar, me dolía respirar, pero mi ser me obliga a romper el silencio, me siento incomodo con esa mirada queriendo ver a través de mi.

—Que me ves cara de limón— Digo con mi voz normal pero me oía ronco, ni siquiera yo reconocí mi voz, debe ser el inhalador el que causa este efecto.

En cuanto dije eso, su cara inexpresiva y perdida empezó a mostrar enojo, mucho enojo, más que el normal, por lo que me dio un escalofrío.

—Que veo, ¡QUE VEO!—Grito al volver a la realidad—¡VEO A UN ESTUPIDO MOCOSO QUE NO SIRVE PARA NADA! !Perdí mi jornada de hoy por tu culpa! ¡LLEVO 3 HORAS EN SALA DE ESPERA!—Se quejo a gritos— ¡¿Te crees muy chistoso verdad?! ¡Tu abuela ha estado preocupada esperando a ver qué dicen de ti y resulta que estás enfermo! ¡Y QUE TE TENGO QUE COMPRAR TUS ESTUPIDOS MEDICAMENTOS!—Eso parecía ser lo que mas le molestaba, los medicamentos—A ver en cuanto me sale tu chistecito, ojalá te hubieras muerto con tu estúpida familia— Ha dicho dando pisotones y saliendo de el cuarto de un portazo.

Mis ojos empezaron a humedecerse en cuanto salió, aunque no debo caer en sus palabras, dolía, resultaba doler mas de lo que pensaba que me odie hasta ese punto, pero no era tiempo de llorar. Me talle los ojos rápidamente al oír la puerta abriéndose se podía ver a un señor con bata blanca y atrás de el, a mi abuela, que al verme corrió hacia mí, empujando todo lo que encontrara en su camino, incluyendo al doctor.

—Mi amorcito, ¿Cómo te sientes?— Mi abuela ha entrado, abrazándome y yo abrazándola a ella.

—Bien abue—Conteste, algo aliviado y conforme con ver una reacción diferente. mi abuela siempre ha sido así de cálida.

—Si algo te pasa a ti yo me muero— Ha dicho abrazándome más fuerte.

—Tranquila abue, no me va a pasar nada, por cierto, ¿Que es lo que hago aquí?—Al decir esto mi abuela se separa de mi y mira al doctor con una mirada cómplice, por lo que el doctor decide hablar.

—Te desmayaste en tu escuela por que tú tienes es asma severa, por lo que tienes que cuidarte mucho y tomar tus medicinas a tiempo, no es normal que alguien  de tu edad presente síntomas tan fuertes de asma, por lo que tus medicamentos solo pueden ser comprados con receta—Parecía bastante complejo de lo que hablaba— No puedes hacer mucho ejercicio y siempre tienes que cargar un inhalador por si acaso— Ha concluido el doctor, muy serio en su tono, a lo que mi abue lo ha mirado mal por ser tan directo, así que el doctor mueve los hombros en señal de indiferencia—Como ya pasó el peligro te puedes ir a tu casa en este mismo momento, en un momento firmo el alta— dice el doctor saliendo del cuarto casi corriendo

—Vámonos mi amor— Mi abuela me ha pasado una bolita de ropa y ha salido de la habitación, dejándome solo para poder vestirme.

Me cambio rápidamente para alcanzarla afuera, saliendo vi la puerta de la habitación, 816, esto definitivamente iba a salir caro, y pude entender a que vino ese arranque de parte de mi tío.

Ya después de rato y mucho papeleo me dejaron salir, mi tío estaba sentado en la sala de espera con cara de pocos amigos. Al vernos, se levantó y salió del hospital para ir por el auto.

Mi abuela y yo, después de que ella se despidiera de todo el hospital, por fin pudimos irnos, pero este no parecía un caso cerrado a la situación de antes.

El trayecto fue silencioso, nadie hablaba y no se veía la intención de hablar, solo mi abuela hablo una vez en el camino para detenerse en la farmacia.

Ella bajo de el carro dejándonos a mi tío y a mi solos, lo cual hizo todo mucho mas incomodo de lo que ya lo era antes. Todo seguía en silencio, por lo que decidí prender la radio a ver si se bajaba el ambiente tenso.

A penas me volví a sentar en mi asiento, dispuesto a disfrutar de un poco de ruido, el apagó la radio.

—¡Que te pasa? Cara de limón, ¿Tampoco oyes música?— Dije en tono sarcástico pero el se lo tomo mal, giro la cabeza hacia mi, bastante dispuesto a regañarme, o tal vez a matarme.

—No estoy de humor para tus chistes mocoso— Me calló. Le iba a responder, pero mi abuela subió al carro en ese momento, antes de poder empezar una pelea.

—Ya llegué, ¿Por qué tan silencioso?— Ella ha prendido la radio, la cual, segundos antes mi tío ha apagado y yo por esta acción ahogue una carcajada, por que mi tío se veía irritado por la reciente acción de mi abuela, la cual, no fue con intención de hacerlo enojar.

Llegamos a casa y dejamos la bolsa de medicamentos en la cocina.

—Sube a tu habitación cielo, ya es tarde, debes descansar—Mi abuela me ha dado dos pastillas de la caja en la mano y un vaso de agua.

Yo la obedezco, ella no parecía tener ganas de escuchar mis replicas, así que, he subido las escaleras sin rechistar, y ya en mi cuarto, me tome las pastillas que me dio.

Las pastillas me dieron sueño por lo que me dormí rápidamente.

Mi TíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora