Capitulo 36:

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Narra Fernando:

Se estarán preguntando ¿por qué si ya se que me gusta Sebastian no estoy haciendo nada al respecto?. Pues es obvio ¿no? Soy su tío, no es correcto que le haga algo a mi sobrino.

Pero el se comporta tan tierno que me dan ganas de... ajj, no puedo hacer esto.

El está sentado en el piso contando botecitos de colores y yo lo observo de reojo de vez en cuando. ¡Se ve tan tierno!

—¿Como voy a ordenar tanto botecito de medicina si son los suficientes para armar una casita?—Dijo exasperado desde el suelo.

—En la otra bolsa—Seguía viendo mi periódico pero lo bajé para apuntar a otra bolsa de plástico que estaba en la mesita. El me miro confundido y se levantó del suelo dejando los botecitos en el piso, vi los botecitos y el hizo una casita con estos. Cuando dijo que eran los suficientes para hacer una casita pensé que era sarcasmo.

De la bolsa de plástico sacó el organizador de medicinas que compre junto con las medicinas.

—¡Genial! Gracias—Se volvió a sentar en el piso y comenzó a meter los botecitos en el organizador.

Se siente bien que me lo agradezca, como cálido en el pecho.

Pasó un rato y Sebastián seguía jugando con los botes de colores, los ponía en el organizador y los volvía a desacomodar para volverlos a poner, y por alguna razón, lo estoy viendo ordenar botecitos.

Se escuchó un clackson afuera y ambos comprendimos rápidamente quien era.

—¡Llegó la comida!— gritó Sebastián del piso y del levantó rápidamente de el.

Deje el periódico a un lado y Sebastián corrió hacia mi.

—¡Rápido! Párate párate—Sebastian tomó mi mano y me jalo para levantarme. Yo intentaba disimular mi emoción y no mirarlo a los ojos, hacia cómo si buscara las llaves con la mirada, las cuales estaban en mi bolsillo.

Llegue a la puerta y Sebastian me seguía jalando el brazo. Le pedí mi brazo con la mirada a lo que él cedió, saqué las llaves de mi bolsillo de el pantalón y Sebastián sonreía y se movía de un lado a otro.

Me enternecía bastante ver esa imagen que quisiera que siempre tuviera hambre para verlo emocionado.

Abrí la puerta y Sebastián salió atrás de mi, abrí el portón de la cochera y ahí el repartidor me extendió la comida y me cobró.

—¿Su hijo?—Dijo el repartidor desde el portón mirando a Sebastián en la puerta de la casa.

—Mi sobrino—Le sonreí, Sebastián al verme con la comida en la mano rápidamente se acercó y me la quito para correr adentro con la comida en mano.

—Es lindo—Dijo el repartidor y yo le sonreí, moría de celos pero por obvias razones lo disimule.

—Salió a la mamá—Cuando dije eso le pique al botón para cerrar el portón dejando al repartidor con la palabra en la boca y yo diciendo gracias de mi lado de la casa y despidiéndome con la mano.

Ahora estaba enojado sin ninguna razón.

Tome aire antes de entrar a la casa pero no fue necesario tanto aire, ya que al entrar a la casa estaba Sebastián en la mesa comiendo la carne de la vasija muy infantilmente, estaba embarrado de grasa y mordiendo un gran pedazo de carne como un perro.

Sonreí con esta imagen y fui a la cocina por un cuchillo, dos vasos y un refresco.

Me acerqué a donde estaba Sebastián y le quité el plato donde tenía la carne. El me miro extrañado y ya me iba a reclamar pero cuando la empece a partir relajó los hombros y volvió a su ceño normal.

En lo que yo partía su carne el agarró un vaso de los que traje de la cocina y se sirvió refresco.

Cuando termine de partir la carne el en casi un susurro me dijo "gracias" a lo que yo le di un "de nada" como respuesta y una sonrisa muy tonta.

Partí lo mío y lo hice taco, abrí las bolsas de salsa y empecé a comer, Sebastian me pasó un vaso de refresco el cual yo tome gustoso y conmovido.

Comimos en silencio, para mi un silencio muy agradable, para el no se, solo se oía el burbujeante refresco y los mordiscos de Sebastián hacia la carne, masticaba con la boca abierta, y no lo culpo, la carne está chiclosa, no lo voy a regañar, aunque me moleste que haga eso.

No pasaron ni 5 minutos cuando Sebastián gritó

—¡Acabé!—Se levantó de la mesa y se iba a ir rápidamente, pero antes de que lo hiciera lo detuve.

—¿A dónde vas?—Sebastián se giró hacia mi.

—Arriba—dijo como diciendo algo obvio.

—La medicina—con los ojos apunté al medicinero que Sebastián puso en el piso a lo que él al ver mi acción hizo una mueca para seguido hacer una rabieta.

—No quiero—Se cruzo de brazos y junto los pies en señal de que no se movería de ese lugar.

Rodé los ojos y me levante de la mesa, aún quedaba comida en mi plato pero la dejaría para después, cuando Sebastián me vio levantarme, rápidamente corrió hacia el sofá y se aventó atrás de él, me saco una sonrisa.

Levante el medicinero de el piso y lo puse en la mesa de el comedor, regrese por la hoja y las bolsas de plástico y me puse a leer la hoja en voz alta.

—Aquí dice que tienes que tomarte estas pastillas—Saqué 2 botecitos del medicinero, uno de etiqueta verde y otro de etiqueta naranja—Cada 12 horas, y este— saqué un bote amarillo—después de cada comida, y este—Saqué un botecito de metal que no se podía abrir por qué se ocupaba jeringa para sacarle el contenido—Es una vez al día—puse una jeringa al lado de el botecito de metal a lo que Sebastian se escondió más en el sillón—Las demás son para emergencias, ven aquí—Apunte a una silla.

Sebastián asomó la cabeza por encima del sillón y negó con la cabeza

—No quiero—Yo rodé los ojos ante su respuesta tan infantil.

—No es de que quieras, es que te las tienes que tomar—me levante de la silla y Sebastián se escondió rápidamente en el sillón, yo le di la espalda y fui a la cocina a servirle agua para las pastillas.

Deje el vaso con agua sobre la mesa y dirigí mi vista al sillón, Sebastián no se había movido de ahí.

—¿Vas a tomarte eso si o no?—mi tono de voz se había tornado un poco más grave.

Sebastián salió de atrás del sillón pero alegó cuando ya iba a llegar a la mesa.

—Las pastillas si me las tomo, pero la de la jeringa no—Se cruzo de brazos y giro la cabeza, pero aún me miraba esperando una respuesta.

—Está bien—Mentí.

Agarre el botecito de metal y la jeringa y las lleve abajo de la mesa, la llene rápidamente con la cantidad que decía el papel en lo que Sebastián se acercaba y preseleccionaba las pastillas y se las metía a la boca junto con el agua.

Cuando se las pasó le pregunté

—¿ya te las tomaste?—Lo dije con mi mejor cínica e hipócrita sonrisa .

Dio un último trago en seco y me contestó.

—ya—Dejó el vaso en la mesa y ya se iba a dar la vuelta pero rápidamente lo tome del brazo, lo cual lo puso a la defensiva—¿Que estás haciendo?—Dijo un poco alterado, cuando me vio con la jeringa se alteró más, movía su brazo de un lado para otro y no me dejaba ponerle esto.

—Deja de moverte—Agarre con fuerza su brazo pero el aún se resistía.

—¡Me prometiste que eso no!

—Es por tu salud niño, no te muevas—con mi pierna izquierda aprisione su brazo en la parte superior aplastándolo en la silla y con mi mano izquierda detenía su mano para que no la moviera, con la derecha intentaba inyectarle la cosa. Es como si jugáramos twister pero más incómodo—Va a ser rápido

—¡NO!—Hice eso lo más rápido posible siguiendo las indicaciones del papelito, yo creo que lo hice genial, solté a Sebastián y me miraba furioso, la verdad prefiero verlo enojado que verlo en un hospital.

Mi TíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora