Un mal encuentro

6.1K 120 7
                                    

26 de septiembre, Dublín, Irlanda

Había un ligero presentimiento en el aire de que algo iba suceder cuando ese día la temperatura descendió abruptamente de improviso a inicios del otoño. De todas las posibilidades, nadie podía imaginar que un pequeño encuentro podría desencadenar una serie de eventos que parecían casi imposible de ocurrir. Sin embargo, los caminos que el destino te presenta en la vida, podrán ser complejos y difusos antes de revelarse para un único fin que puede resultar perfecto o de las peores tragedias.

Apenas había pasado un mes desde el inicio de clases, pero el ambiente seguía igual de ameno en la escuela donde Itzel estaba cursando su quinto año. Las sonrisas deslumbrantes, los intercambios de miradas llenas de emoción, incluso al punto de cantar y bailar sin ningún tipo de vergüenza tomaban el protagonismo en los pasillos. La gran mayoría de los alumnos estaban esperando con ansías la llegada de las excursiones y del festival de invierno en los próximos meses. En especial, el tradicional baile a fin de año donde todos podían participar sin importar el grado. Sin embargo, no todos compartían la misma emoción que el resto de estudiantes, entre ellos estaba una joven de cabellera rojiza que en vez de estar prestando atención en clases, estaba deambulando sola por los pasillos. Toda su concentración estaba cautiva en la pantalla de su celular.

Itzel era una estudiante promedio. Lo más característico en ella era su cabellera pelirroja, aunque no era la única persona con ese distintivo color de cabello en la escuela. El suyo era de un tono cobrizo intenso. No era popular ni una extraña, era conocida por gran parte del cuerpo estudiantil por su activa presencia en varios de los eventos escolares en los últimos tres años, así como algunos conflictos con otros compañeros que terminaron con lesiones, detención y a lo mejor, un par de suspensiones. Podía tener una sonrisa en el rostro y con una mano preparada para ayudarte si lo necesitabas, pero si no le agradabas tenías que tener cuidado con su carácter poco amigable. Si bien había pocos nombres en la lista negra de la pelirroja, era preferible mantener la versión risueña y carismática de ella.

En esos precisos momentos del día, ya alrededor de las 5 pm, la joven seguía deambulando entre los pasillos. Al parecer no se había percatado con los audífonos puestos que hacía un buen rato había sonado la campana de salida. Cuando miró la hora en su celular, porque le había llegado un mensaje, recién reaccionó. Lo primero que pasó por su mente, a parte de una maldición, fue buscar la salida más cercana para evitar que algún profesor la viera. Nadie sabía el motivo del porqué estaba prohibido permanecer dentro la escuela después del horario de salida, a menos que pertenecieran a un club escolar o tuvieran un permiso. Itzel no calificaba en ninguna de esas dos opciones, así que debía salir de ahí antes de que alguien la descubriera.

Su primera idea fue esconder su cabello debajo de la capucha de su casaca, aunque no la iba a ayudar en mucho. Como tenía que evitar los pasillos principales ante la presencia de profesores y auxiliares que permanecían dentro de los terrenos de la escuela por distintas razones, así que apresuró el paso. Estaba apunto de cruzar la salida más cercana cuando el Director Gibbons apareció al otro lado del pasillo. Venía de la cafetería camino a su oficina, no era difícil saberlo con la taza de café en una de sus manos y un pastelillo de chocolate en la otra. Itzel trató de esconderse detrás de los casilleros, pero el director logró verla. Tal vez no la reconoció por su mala visión, pero ya estaba al tanto de que alguien estaba dentro del campus. Las alarmas estaban encendidas en un modo figurativo, la joven tenía que correr hasta perder su rastro.

Sus pies la terminaron guiando hasta los últimos salones del lado oeste del colegio. Al ser los menos utilizados para dar clases, su uso se destinó a ser convertidos en almacenes para productos de limpieza y algunos muebles de repuestos. Las probabilidades de que alguien la encontrara ahí eran escasas, así que solo debía esperar. Lo más probable era que después de unos minutos el «cuerpo de seguridad» desistiera con la caza del rompe normas, entonces ella podría salir tranquilamente sin recibir ningún sermón o castigo.

¿Fue parte del destino?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora