Felices por siempre

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《Y amar también significaba dejarlo ir en busca de su propia felicidad.》

Parte 2.

La mañana siguiente al despertar se encontró con el collar del lado de Emilio, siempre dejaba ese espacio libre aún con la esperanza de que cruzara la puerta para meterse a la cama junto a él.

Un suspiro escapó de sus labios mientras se ponía de pie, se dio una ducha, aún era bastante temprano, pero quería irse ese mismo día 

Una vez que estaba vestido su mirada volvió a detenerse en las argollas que colgaban de la cadena plateada, una parte de él le suplicaba a gritos dejarlo ahí en lugar de llevarlo consigo, pero eso sería lo mismo que olvidarse de Emilio, aún no estaba listo para dar ese paso.

Lo tomó para colocarlo en su cuello, los anillos se ocultaban dentro de su camisa, no le importaba si Azul se daba cuenta y le gritaba una vez más lo mismo, no podían obligarlo a superarlo, necesitaba hacerlo solo.

No dejaba de pensar en todo lo que le dijo Emilio aquella noche que le puso un verdadero final a su relación.

Sabía que Emilio estaba mintiendo en el momento que dijo que únicamente lo hacía por él, pudo verlo en sus ojos repletos de lágrimas y escucharlo en el nudo de su garganta.

Lo seguía amando tanto como él, pudo sentirlo en la manera en que lo besaba, o en el cariño con que lo abrazaba.

A pesar de que cada una de sus palabras le dolió como nunca, entendía porque lo hizo aún sabiendo que iba a matar cada una de sus ilusiones.

Ya no quería lastimarlo, incluso Joaquín era consciente de que eso era lo mejor para los dos, darse espacio para sanar por separado, ambos sabían que él no sería capaz de poner un alto a la relación antes de seguirse destrozando.

Emilio tuvo que ser fuerte y detenerlo antes de que siguiera haciéndose sufrir, lo amaba y se estaba arriesgando a que todos lo vieran como el malo de la historia, pero si Joaquín necesitaba algo, era que el mismo Emilio fuera quien le pusiera el alto que tanto necesitaba.

Joaquín realmente esperaba que ese distanciamiento que iba más allá de una frontera entre dos países funcionara para sentirse mejor.

Comenzó a empacar su ropa dentro de esas maletas, estaba cansado de estar en ese lugar donde los recuerdos creaban una tormenta sobre él.

Tan pronto como terminó las puso en el suelo para poder llevarlas a la planta baja, hizo su mejor esfuerzo para que la ropa entrara teniendo en cuenta que doblar con una sola mano era más difícil de lo que parecía.

La dejó en la sala, lo primero que pudo notar fue que Renata, Azul y Félix seguían durmiendo, tan solo pensaba en la terrible resaca que tendría.

Y como el buen amigo y hermano que era los despertó a los tres de manera brusca para que comenzaran con sus deberes.

— No molestes. — murmuró Azul con la voz adormilada.

— Dejen de perder el tiempo, nos iremos hoy. — dijo. — quiero esas maletas listas o se llevarán lo que traen puesto.

La escuchó gruñir en compañía de Renata mientras Félix tallaba sus ojos, no dijo nada, tan solo subió de nuevo para comenzar las maletas de sus hijos.

un brillo propioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora