Lastimarse.

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Conocí a alguien especial. Llevaba el cielo en sus ojos y el infierno en sus labios; bastaba una mirada para perderme en las estrellas, y un beso para hacerme arder. 

Ahora. 

Emilio se encontraba en una pequeña y acogedora cafetería con su amigo Tyler.

Tal vez era demasiado evidente su falta de emoción por estar en ese sitio debido a la mirada acusadora de su amigo, pero no podía negar que era mucho mejor que estar en casa discutiendo.

La pequeña cuchara en su taza de café ya había dado más vueltas de las necesarias batiendo el azúcar, sin embargo, la seguía haciendo girar.

Era completamente ajeno a lo que Tyler estaba diciendo, de pronto esa taza tenía toda su atención. No podía dejar de pensar en todo lo que estaba ocurriendo, como es que un chasquido su cuento de hadas llegó a su fin.

Se sentía inseguro, tal vez después de todo era su culpa, quizá no era lo suficientemente bueno para Joaquín.

Pensar en aquello era deprimente, pero no podía dejar de hacerlo, esa posibilidad había conseguido robarle el sueño, cada vez más seguro de ella. Era doloroso creer que de pronto se convirtió en todas esas cosas que Joaquín evitaba, o de las que no dudaría un segundo en dejar a la mitad o intercambiar por algo mejor debido a su falta de importancia e interés.

Quizá Joaquín tiene razón y él está equivocado como lo afirma, quizá es cierto lo que él dice y Emilio solo está pensando en su felicidad. Quizá está exagerando las cosas al creer que Joaquín lo ignora, quizá está tan necesitado de su atención que no puede esperar un segundo, o una hora o puede que incluso un día o una semana antes de que vuelva a notarlo.

Tal vez Joaquín tenga razón y Emilio era un egoísta berrinchudo.

— Pudrete. — susurró.

— Oh, lo haré, gracias. — dijo Tyler llamando su atención, trayéndole de vuelta a la realidad.

— Lo siento. — contestó apenado.

Tyler lo miraba en busca de respuestas, podía asegurar que se veía incluso más desanimado que él día anterior en la universidad, se había vuelto algo recurrente en él, que la ausencia de luz en su mirada comenzará a opacarlo, y que el destello de felicidad comenzará a desaparecer de manera lenta y dolorosa, como si disfrutará hacerlo sufrir.

Pero algo en él capto por completo su atención, tomó su mano izquierda para poder verla de cerca asegurándose de que no estaba equivocado.

— ¿Y tu anillo? — preguntó confundido.

Según lo que el mismo Emilio le había contado, ese pequeño objeto era muy importante para él porque era símbolo de una promesa, su anillo de bodas.

Un pequeño anillo bañado en oro blanco, sin piedras alrededor, pues según las palabras de Joaquín, no habría nada que cortará el círculo de su amor.

Los niños son los diamantes.

Pensó. Tyler sabía lo mucho que significaba para él, porque era una pequeña muestra de lo mucho que sentían el uno con el otro, jamás se lo quitaba porque solo así podría llevarlo cerca aún cuando no lo estaban.

Y ahora no tenía idea de dónde se encontraba, tal como el hombre del que se enamoró y al que sigue amando, lo sentía perdido y no sabía dónde buscar.

— No lo sé. — contestó. — Supongo que lo olvide.

— ¿Por qué te lo quitaste?

— Estaba enojado. — respondió en voz baja, dio un pequeño apretón a su mano dándole su apoyo, haciéndole saber que podía hablar con él. — Llegué a casa y ni siquiera me notó, me lo quité en la habitación porque estaba muy enojado con él... Por un momento pensé en tirarlo a la basura como él lo está haciendo conmigo... — Sus ojos se cristalizaron, un nudo comenzó a formarse en su garganta. — Pero no pude hacerlo, lo puse a un lado y lo olvide por completo... Estaba bien hasta que subió a la habitación, verlo tan contento me puso aún más furioso... Esta mañana terminamos discutiendo de nuevo, me dijo que no tenía tiempo para estupideces y se fue.

un brillo propioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora