Verdad

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Estaba molesto, su padre lo había engañado cuando él confiaba ciegamente en lo que le decía, pensando que estaba haciendo las cosas por que los ama, pero sin siquiera darse cuenta le confeso que todo lo hacía por no perder el maldito patrimonio. Todo esto le parecía una estupidez a Joaquín, su plan era llamar a su novio, pero después de todo lo que ocurrió lo que quería era sentirlo cerca, se cambió de ropa y puso una venda en su brazo, el cual aún sangraba un poco, después de esto salió hacia la casa de su novio. Lo único que necesitaba era a él.

Estaba frente su puerta con su mano levantada dispuesto a tocar, pero mientras más pensaba esta iba bajando, ¿Que pasaría si Emilio se enterara de todo? ¿Debería decírselo? No lo sabe, teme demasiado que esta verdad de su vida pueda causar un gran impacto de manera negativa en él, no quisiera que crea que es peligroso o violento, aunque ahora que lo piensa, si retrocede un poco los hechos, él si creería que lo es, un sentimiento extraño se encuentra invadiendo su ser, parece ser preocupación, no quiere mentirle, no quiere seguir ocultando su vida a la persona que más ama, ¿pero que se supone que haga? El temor y la angustia de que cambie su opinión respecto a él es demasiado grande, no quisiera que se sintiera en peligro constante, pero es conciente de que si se lo confiesa y su padre se entera en efecto lo estaría, pues es algo que deberían mantener en secreto cada integrante de la familia, totalmente privado, pero él no es cualquier persona, ¿por que esto es tan difícil? Hay tantos pro y tantos contras, uno de ellos es que si Humberto se entera que se lo dijo querría hacerse cargo de él y el no ser Santo de su devoción no ayuda mucho.

— Oh Joaquín — dijo Liz sacándolo de sus pensamientos — que bueno que estas bien, nos asustaste mucho.

— Gracias pero no debieron preocuparse, ahora todo está bien — dijo mientras la abrazaba. — ¿puedo ver a Emilio?

Al escuchar esto una gran sonrisa se dibujo en el rostro de liz, en verdad deseaba que ambos chicos volvieran a lo que fueron, que fueran felices de nuevo, juntos.

— Claro, justo iba de salida, pero pasa esta en su habitación, estas en tu casa.

Después de que terminaran de despedirse Joaquín comenzó a subir las escaleras, aunque con cada paso que daba estas parecían hacerse más largas, hundido en sus pensamientos, debatiendo en su cabeza si sería ya el momento de contarle toda la verdad a su amado corriendo el riesgo de que salga huyendo o de que Humberto quiera "quitar las piedras del río" Como suele llamarle, no quiere ponerlo en peligro o que sienta que lo esta.

Sin darse cuenta ya se encontraba frente a su puerta, tocó un par de veces hasta que escucho como caminaban hacia ella para girar la perilla.

— Mamá, ¿olvidaste algo.....? — al abrir la puerta pudo darse cuenta que no se trataba de ella, sino de un Joaquín sonriente.

— No soy tu madre, pero sería bueno que te pusieras a limpiar — dijo riendo.

— Oh cállate, pasa — dijo riendo.

Ambos entraron a la habitación, Emilio volvió a cerrar la puerta a pesar de que no había nadie, Joaquín solo se acerco a él y lo abrazo sin decir nada, no sabía si sería prudente decir algo, si sabria comprenderlo no quiere que piense que es igual.

— ¿Donde estuviste? — dijo Emilio. — Te fuiste sin decirme nada.

— Lo siento, estuve en la empresa con Humberto — mintió — le dije de Christian, creo que mandaría a los policías o algo.

un brillo propioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora