¿Estás bien?

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- ¿Ho-hola? - dijo con voz entrecortada.

- Debes ser Elizabeth, ¿cierto?

- Sí, ¿Quién habla? - su voz era

realmente angustiante.

- Vaya suerte la tuya, Joaquín - dijo

del otro lado de la línea - justo con quien
q

uería hablar.

- ¿Quien eres? - dijo poniendo

la llamada en altavoz.

- La peor pesadilla de tu hijo - dijo
riendo - Vamos, dile algo a mami.

Se escuchaba silencio en la línea, todos guardaban silencio en espera de que dijera algo pero no era así, podías escuchar los sollozos de Elizabeth, Humberto estaba listo para tomar el mando de la llamada, mientras que Andrés y Emilio se encargaban de rastrear la llamada.

Joaquín por su parte se encontraba en total silencio mirándolo con esa mirada fulminante que en verdad deseaba que en cualquier momento pudiera asesinarlo de la manera más dolorosa posible. Quería hablar con ellos, especialmente con su madre, decirle que estaba bien, pero sabía que al hacerlo ella se preocuparía más al saber que en efecto se encontraba a manos de un maldito enfermo psicópata. Pero Christian si quería causarle ese dolor, que por primera vez a lo que el llamaba la familia perfecta sintiera lo que es el sufrimiento, lo que es no tener el control, solo ser testigos de la tragedia y sabía cómo hacerlo, empezaría con ella.

- ¡Te dije que hablaras! - Grito

amenazante, al no obtener respuesta

hizo una seña a aquellos hombres, ellos

sabían que hacer - Muy bien, los chicos

te obligarán a hacerlo.

Se pudo escuchar perfectamente como alguien era golpeado al punto de robarle el aliento, sin embargo seguía sin emitir palabra alguna.

- ¿Cómo sé que es mi hijo? -

dijo Humberto.

- Oh, él te lo dirá. - se pudo apreciar

un sonido muy peculiar, uno que hizo

que Elizabeth se estremeciera en su

totalidad, se pudo escuchar como
cargaban un arma.

- ¡No le hagas daño! - grito

Elizabeth desesperada.

Del otro lado de la línea se encontraba uno de los hombres del inicio apuntando con un arma a Joaquín, mientras Christian veía con aires de grandeza, hasta que Joaquín comenzó a reír descaradamente lo cual lo hacía enfurecer.

- Eres un maldito cobarde, ¿Por qué
n

o te das el gusto y me matas tú? -
dijo Joaquín riendo. - lo siento, olvide
por completo que eres una dulce
señorita.

un brillo propioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora