Deja de ignorarme.

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Narra Joaquín:

Simplemente me apartó haciéndome a un lado, se bajó de mis piernas sentándose a mi lado con su vista al frente. Tiraba levemente de su camisa tratando de llamar su atención pero me ignoraba cínicamente, sentí como me pateó sin llegar a lastimarme, únicamente para que me detuviera, lo peor de todo era que yo mismo me lo busque. Estaba enojado conmigo por el tema de los negocios, y esa solo era una pequeña parte de todo lo que tenía que decirle, temía que un día llegará y me preguntará como es que me enamoré de él, por qué al hacerlo tendría que contarle todo, o nuevamente crear una historia de mentira, sabía que eso no solo lo molestaría de sobremanera, sino que también lo lastimaría, lo supe desde un inicio y aún así accedí a hacerlo, de todos engaños por los que lo había estado haciendo pasar, ese era el que me hacía sentir más culpable, una completa basura, esa pequeña y tan enorme verdad me hacían sentir todo lo que Humberto me decía, un maldito cobarde.

Lo llamaba pero ya no me escuchaba, encendió su celular ignorando completamente mi presencia, una llamada de su madre hizo que este comenzará a sonar repetidas veces, él me miró entrecerrando sus ojos y contesto. Lo escuchaba hablar con ella y podía escuchar ligeramente la voz de su madre a través de la bocina. Comencé a picar levemente con mi dedo su costado, intentando conseguir su atención pero no sucedía.

— ¡Ya emilio! ¡Deja de ignorarme! — más que una orden, o un simple grito, mi voz venía cargada de una súplica desesperada, la única razón por la que me miró, a través de la bocina pude escuchar a su madre alzar la voz reprendiéndolo tras haberme oído. — Muy bien, tú lo pediste, jamás me habían ignorado tanto.

Me levanté y de uno de los cajones del buró junto a la cama saque una pinzas, gire hacia Emilio quién me observaba bastante confundido, ya no escuchaba a su madre, ahora yo tenía su atención, sin decir nada solo las tome y me dispuse a salir de la habitación. Comencé a bajar las escaleras y no sabía cómo es que debería sentirme, enojado, triste, indignado, no tenía idea, de lo único que estaba seguro es que no podía hacerlo, no tenía ningún derecho de sentirme de ninguna manera a nada parecido a ello, por qué tierra el causante de todo esto. Cada paso que daba me parecía más pesado, jugaba con las pinzas en mi mano, lanzándolas al aire y atrapandolas mientras caminaba a la puerta principal. Al salir pude ver que ya era de noche, pero no tenía idea de qué hora era o cuánto tiempo había pasado desde que llegué. Todos los guardias dirigieron su vista a mí, yo únicamente comencé a caminar al exterior ignorando sus potentes miradas.

— Tienes que entrar, Joaquín, no es seguro que estes aquí afuera. — dijo Guzmán, quién se encontraba con aquellos hombres poniéndose frente a mí obstruyendo mi camino. 

— Haz que lo sea entonces.

Lo hice a un lado y seguí caminando, él no muy convencido con mi respuesta decidió venir conmigo mientras le ordenaba a los demás que siguieran vigilando los alrededores. La cabaña se encontraba ubicada en lo que era un pequeño y lindo bosque con árboles enormes que le daban la apariencia de ser más grande, se encontraba alejado de la ciudad, siendo un sitio tranquilo y silencioso, había estado tantas veces aquí, yo solo, sin compañía de nadie, mucho menos una persona de seguridad, tantas veces en las que había recorrido el bosque entero sin que nada me sucediera.

Comencé a adentrarme en él con facilidad, está totalmente convencido de que había un área en específico donde crecían flores realmente bellas, mientras yo me orientaba con facilidad entre todos esos árboles y ramas con la luz tenue proveniente del cielo y su luna, Guzmán no parecía tener la misma facilidad, en más de una ocasión pude verlo a punto de caer por no haber divisado bien el camino, intentaba ser amable y no reír de él, pero me fue bastante difícil. Finalmente pude verlas, crecían unas hermosas rosas de un rojo intenso, estás no tenían sus puntiagudas espinas. Me acerqué a ellas bajando a la altura del suelo para comenzar a cortar algunas, colocándolas a mi lado.

un brillo propioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora