Amarte y Perderte.

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Ahora.

En la sala todos estaban inmóviles. Habían podido escuchar su discusión, los niños no sabían que estaba pasando, intentaron llevárselos de ahí pero ellos permanecían en su lugar sin poder moverse.

El silencio reino en toda la casa, el mundo entero se había detenido. Cómo si de pronto hubiera dejado de funcionar.

Elizabeth y Guzmán cargaron a los niños dispuestos a llevárselos de ahí, mientras que Liz y Juan intentaban calmarlos cuando comenzaron a llorar.

Habían podido escuchar gran parte de la discusión, estaban asustados, ya no podía oirse nada, todo pareció quedar en pausa.

Emilio salió de la cocina, sus mejillas estaban empapadas en lágrimas, podía sentir esa presión en su pecho oprimiendo su corazón hasta destrozarlo, ese nudo en su garganta que comenzaba a ahogarlo.

Iba directo a las escaleras sin mirar a nadie, lo único que quería era salir de ahí.

Tan pronto como pudo reaccionar y darse cuenta de que era real, que estaba sucediendo, Joaquín salió corriendo de la cocina detrás de él, lo tomo de lo mano deteniendo su andar, no se veía mejor en lo absoluto.

Las miradas acusadoras de sus padres llegaron entre ellos, seguros de que el culpable de todo era el hijo del otro.

— Emilio, por favor. — suplicó con la voz rota y sus ojos detrás de una capa de lágrimas.

— No quiero... —  Su voz estaba entrecortada, era casi un susurro, las lágrimas caían por sus mejillas llevándose todo a su paso.

— Hay que hablar, ¿Sí? — su voz temblaba como un pequeño hilo en el aire, el terror se reflejaba en sus ojos.

Estaba asustado, a nada de entrar en un ataque de pánico y quedarse estancado de nuevo.

No sabía que estaba sucediendo, pero quería que se detuviera, y si era una pesadilla, estaba siendo horrible.

De pronto se olvidó de todo por completo, de sus padres, de sus suegros, de Sasha, de los niños. Todo desapareció en cuestión de segundo, estaba frente al hombre que ama profundamente suplicando que lo escuchará, mientras éste estaba al borde de romperse en llanto.

La puerta principal se abrió dejando ver a Sasha, estaba tan ocupado suplicando a Emilio como para notar la palidez que había adquirido su piel, o todo el peso que parecía estar perdiendo.

— ¿Podemos hablar, Joaquín? — preguntó sin tener la menor idea de lo que estaba sucediendo.

El castaño la miró, solo entonces se percató de su mal estado, muy distinto al que los niños habían dicho.

Sus ojos viajaron de ella a Emilio y viceversa, sin saber que hacer, se trataba de la salud y puede que incluso de la vida de la madre de sus hijos, mientras que por otro lado estaba el hombre al que amaba, su vida junto, un matrimonio que se estaba rompiendo en mil pedazos antes de que pudiera sostener todas las piezas.

Realmente lo estaba dudando, Emilio se soltó de su agarre con las lágrimas cayendo por sus mejillas, desgarrando su alma.

— Habla con ella. — dijo con la voz rota, estaba cansado de que siempre lo pusiera en el medio, tomó la decisión por él.

Se dirijo a las escaleras para subirlas lo las rápido que pudo, lo único que quería era huir de ese lugar que lo estaba oprimiendo.

Joaquín tomó su decisión sobre que le importaba más.

Los juguetes de sus hijos estaban por todas partes, quiso correr detrás de Emilio pero piso un carrito de Ethan cayendo al suelo, quiso sostenerse pero cayó sobre su muñeca.

un brillo propioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora