Contradictorio.

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Entonces.

Joaquín se encontraba en la sala jugando con sus hijos, pasando tiempo a su lado.
Pero una parte de él no estaba ahí, no podía dejar de pensar en Emilio, la noche anterior durmieron en sitios separados porque el rizado había preparado una cena para ambos, habían estado tan ocupados que no habían tenido tiempo para ellos.

Pero Joaquín jamás llegó. El día anterior fue a visitar a sus niños y a acomodar a Sasha al hospital para realizarse unos análisis y saber cómo se encontraba, eso le llevo medio día, el resto de este la pasó trabajando en el hotel olvidando por completo su cena con el rizado.

Llegó casi a media noche, las luces ya estaban apagadas, se quedó inmóvil al ver la mesa del comedor preparada con dos platos blancos de esa vajilla que Mary guardaba para las ocasiones especiales, habían dos copas de cristal, una botella de su vino favorito, unas hermosas rosas decorando y las velas hasta la mitad consumidas por el fuego. En la cocina se encontraba esa cena en la que estuvo trabajando por horas.

Solo entonces reaccionó, subió las escaleras lo más rápido que pudo, necesitaba disculparse, pero cuando intento abrir la puerta de su habitación estaba cerrada con el seguro colocado.

Las luces dentro aún estaban encendidas por lo que supuso que seguía despierto, tocó la puerta pidiéndole que le abriera, sabía que lo más seguro era que Emilio estuviera furioso con él.

Emilio estaba sentado en la cama con los brazo cruzados únicamente escuchando como le pedía que le abriera, estaba tan molesto que no quería ni siquiera verlo, su enojo había sido tanto que se encontraba llorando de impotencia.

Había planeado esa cena durante días, Joaquín lo sabía perfectamente, así como lo importante que era para él debido a que el trabajo y la escuela los había mantenido distanciados, se veían en las noches, ambos tan cansados que solo dormir, esa cena era para recuperar el tiempo, para volver a sentirse cerca y decirle lo mucho que lo ama.

Había estado horas metido en la cocina preparando esa cena, no acepto la ayuda de Mary ni la de Renata, quería hacerlo por su cuenta, que fuera especial. Lo espero una hora, luego dos, luego tres. Pero no llegó.

Volvió a tocar pidiéndole que le abriera para poder hablar, Emilio se puso de pie secando sus lágrimas para después tomar una manta y una almohada, se dirigió a la puerta para abrirla, pero antes de que pudiera entrar le entrego las cosas empujándolo fuera para volver a cerrar.

Lo escucho del otro lado de la puerta pidiéndole perdón al mismo tiempo que le suplicaba que le abriera, apagó las luces entrando en la cama haciéndole saber que no lo haría, únicamente comenzó a llorar en silencio, de nuevo.

Se sentía bastante culpable por ello, porque sabía lo importante que era para él. Eran poco más de las ocho de la noche, Emilio no le había dirigido la palabra en todo el día, simplemente lo evitaba a toda costa.

Lo vio bajar con un par de libros en sus manos captando su atención de inmediato.

— Mi amor. — lo llamó pero lo ignoro por completo. — ¿Sigues enojado conmigo?

Emilio lo miro de la mala gana pasándole por un lado sin decir absolutamente nada.

— ¿Puedes cuidarlos? — preguntó a Renata.

— Sí, tú ve.

El castaño se puso de pie para alcanzar al rizado quien iba a la sala de juntas para dejar lo libros en su lugar pero antes de entrar unos brazos lo sujetaron por detrás levantándolo del suelo.

un brillo propioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora