un brillo propio

Peligrosamente inestable.

Narrador:

Habían pasado tres días de la operación, tres días en los que Emilio salía únicamente del hospital para ducharse, en los que se había negado a comer, no tenía apetito, de pronto se esfumó por completo.

No había despertado aún, se encontraba estable, pero eso no significa que estuviera bien, aún seguía en observación, sumido en aquel sueño.

Se encontraba en un sitio distinto, estaba en México, en aquel hermoso jardín que encontró en compañía de Emilio.
El cielo se encontraba despejado, escuchaba el dulce canto de las aves, el pasto se mantenía de un color verde intenso, aquel gran árbol se mantenía intacto, las flores crecían, luciendo frescas, bellas. Se respiraba aire fresco.

Vestía un hermoso conjunto blanco, viéndose formal, juvenil. Se sentía la paz en el aire, la brisa del verano cayendo en su rostro.
Los rayos del sol iluminando el día. Comenzó a caminar, adentrándose más en aquel sitio.

Sintiendo como podía correr sin ataduras, como las alas que le fueron arrebatadas ya no le hacían falta, podía volar tan alto como quisiera sin ellas, se sentía libre. Sus dedos acariciaban los pétalos de las rosas, tomo un par de ellas, acercandolas a él para poder olerlas, tan frescas en el amanecer, le recordaban a alguien, cerro sus ojos mientras inhalaba aquel aroma, aspirando los recuerdos.

Unos brazos lo rodearon por detrás, aquella dulce fragancia se intensifico. Una cabeza se apoyo en su hombro, puso su mano sobre la suya acercando la rosa a su nariz, permitiendole oler su esencia.

Se dió la vuelta, encontrándose con un chico rizado de ojos marrones, había una sonrisa en su rostro, entonces lo supo, era él. Lo atrapó en un abrazo, le repetía lo mucho que lo amaba, perdió la noción del tiempo, no tenía idea de cuánto llevaba ahí, lo estaba esperando, lo había extrañado tanto. Pronto la escena cambio, en un abrir y cerrar de ojos, se encontraban en un gran salón, bailando una bella melodía, danzando al ritmo de sus corazones, se abrazaban con amor, moviéndose al compas de la música. El escenario volvió a transformarse, se encontraban en una casa, había pequeños corriendo por todos lados, emilio lo abrazaba de la cintura mientras ambos veían sus rostros de felicidad.

La escena cambio de nuevo, enviándolo a su habitación de hotel, se encontraba solo, busco a Emilio en todas las habitaciones pero no se encontraba allí, las puertas ya no se abrían, no podía salir. Pudo sentir unos labios besando su mejilla, cerro sus ojos tras la sensación, se sintió tan cálido, tan lleno de amor, pero al abrirlos aún se encontraba solo.

Sentía un enorme vacío, el silencio se vio interrumpido, escuchaba a alguien llorar, suplicándole que regresará, buscaba el origen de aquella voz, pero no la encontraba, estaba perdido.

Cómo los últimos días, el rizado se encontraba en la habitación, él seguía sin despertar. Preguntándose si podría escucharlo. Las lágrimas caían sin poder evitarlo, todos estaban destrozados. Tomo su mano entre la suya, dejo un suave beso sobre ella.

Se había roto por dentro, su mal lo había derrumbado, pero su bien se fue, ya no podía levantarse sin él. El dueño de sus lágrimas y sus sonrisas, se encontraba allí, sin reaccionar.

Tenía la pequeña esperanza de que podía sentir su presencia, escuchar sus palabras. Le contaba todo lo que estaba sucediendo, Guzmán buscaba a Reyes hasta por debajo de las piedras, estaba furioso, intentaba mantenerse fuerte, pero están destrozado, su hijo se encontraba en una camilla entre la vida y la muerte, quería encontrar a aquel hombre, matarlo lenta y dolorosamente, había sido lo bastante inteligente como para desaparecer antes de que eso sucediera, no sabían nada de él.

Elizabeth, Renata y Mary, se encontraban destrozadas, los chicos las habían obligado a irse a descansar, todos los estaban sufriendo, su madre les hizo la misma advertencia acerca de la seguridad.