Mentiroso.

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Narra Joaquín:

Simplemente me quedé inmóvil, tratando de asimilar aquella información. No, no, no, no podía estarme buscando, no tan pronto, pero la pregunta que más invadía mi mente en ese instante, que más resonaba en mi cabeza en busca de una respuesta que aún no lograba conseguir era, ¿Cómo supo que yo lo hice? Era obvio que lo sabía, débil haberse enterado de lo contrario no trataría de matarme. Aún recuerdo esa amarga sensación, tan molesta e insoportable.

Me perdí por completo en mis pensamientos, solo pensando en eso, Reyes, De tantas personas en el mundo, de una larga lista de personas detrás de las cabezas de los Bondoni, tenía que ser Reyes. No estaba intimidado, no lo estaba por qué es igual que el inepto de su hijo, pero sabía perfectamente que sus hombres no lo eran, ellos tenían todo lo que les faltaba, desde fuerza hasta agallas, aunque algunos eran un tanto estúpidos.

Me encontraba solo en una habitación oscura, con esa sensación de que había alguien más a mis espaldas, listo para atacarme, entonces lo escuché, era él de nuevo, él y su estúpida voz, esa maldita risa a la que muy pronto le pondría un fin definitivo.

Anda, di que tienes miedo, maldito cobarde.

Eso no sucedería, intentaba ignorarla pero no era muy sencillo, era insistente, seguía siendo dolorosa.

— ¿Joaquín? ¿Estás bien? — preguntó Azul sacándome de mis pensamientos.

Entonces mire a mi alrededor volviendo a la realidad de las cosas, ella seguía frente a mí en espera de una respuesta, gire a mi izquierda y ahí se encontraba Emilio, aún con sus ojos cristalizados, retenido por mi agarre en su mano.

— Sí, solo mantenganlo lejos, le haré una amable llamada más tarde, puedes adelantarte y hacerle saber que recibí su recado, ahora dejanos solos.

— Joaquín tienes que hacer algo y....

— No era una pregunta, dejanos solos.

Mi mirada estaba fija en ella, ya no había sentido del humor dentro de mí, asintió para proceder a retirarse. Le pedí a Emilio que viniera conmigo para que pudiéramos hablar en privado sin ser interrumpidos, adentrándonos en la sala de juntas la cual ya se encontraba vacía.

Su mirada estaba perdida en el suelo, su respiración estaba agitada, cada cuanto lo veía limpiar sus mejillas, sintiéndome la peor persona que ha pisado el planeta, sintiéndome un monstruo por estar provocando esto en él, por que así fuera directa o indirectamente, por casualidad o destino, el sufrimiento que sentía siempre tenía un solo causante, un solo remedio, una sola recaída, y ese era yo. El lugar estaba en silencio, no sabía que hacer, o que decir. Horas atrás había sido sorprendido en el centro comercial, desde el momento en el que llegamos pude verlos sobre mí, sabía que no estaban en ese sitio por casualidad, así como estaba seguro de haberlos visto antes. Aún así entre a aquella tienda en busca de la memoria, ellos hicieron lo mismo, caminé un rato por todo el lugar en un intento de averiguar si estaba sucediendo o si era simplemente paranoia mía, pero no lo era. Después de que les pedí que se fueran salí del café, la memoria se encontraba en mi bolsillo, la aparente contra mi mano una vez más asegurándome de que seguía allí antes de darme la vuelta, cuando lo hice pude verlos. Sin saber quiénes eran o quiénes podría estarme enfrentando, los mire fijamente a los tres, no había miedo, no había nervios, no había nada, todo se había bloqueado dentro de mí, por lo que pregunte “¿Solo me seguirán ó me dirán que es lo que quieren?” solo recibí una sonrisa cínica de uno de ellos en respuesta, ese fue el inicio de todo. Sentí la mano de Emilio sobre mí camisa, esta se encontraba manchada de sangre casi en su mayoría, apoderándose casi por completo de la misma.

un brillo propioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora