Contigo en la distancia.

79 8 18
                                    

La canción, la canción.
No me preguntaron pero es mi favorita, bai.

Entonces.

Bailaban al compás se esa bella melodía que describía lo mucho que se amaban.

Emilio apoyo su cabeza en su hombro mientras se movían al ritmo de la música, Joaquín lo sujetaba con delicadeza de la cintura, disfrutando de su cercanía.

Emilio se separó un poco para poder verlo con una tierna sonrisa sobre sus labios que le fue completamente compartida, se acercó uniéndose en un dulce beso que correspondió de inmediato.

Moviendo sus labios al compás de sus corazones, besando su alma con todo el amor que sentían. El dulce sabor se hacía presente.

Oficialmente estaban casados, eran esposos. Lo habían hecho ellos solos con la única presencia de la playa, siendo el mar su testigo.

Se separaron lentamente dejando una pequeña distancia entre ellos, sus frentes estaban unidad, sus respiraciones se habían vuelto una sola. Emilio cruzo sus brazos detrás de su cuello

— Te amo. — dijo con voz dulce mientras lo miraba con ese hermoso destello en sus ojos marrones.

— También te amo. — contestó de igual manera, una gran sonrisa se dibujo sobre lo labios del castaño mientras lo atrapaba entre sus brazos ocultándose en el hueco de su cuello. — Estoy tan feliz de haberte conocido.

— Era nuestro destino. — dijo con voz suave creciendo su emoción.

Emilio creía firmemente en el destino, como de alguna manera este los uniría en algún punto de sus vidas.

Solía decir que todo estaba escrito en el libro de la vida, donde su historia era relatada y ellos la vivían y carne propia, entrando en su propia realidad.

Seguro de que había sido el mismo destino el que había llevado a Joaquín a Ciudad de México, al igual que había provocado Emilio tirará todas sus cosas al suelo mientras recorría la preparatoria.

Todo estaba planeado por esa fuerza mágica, plasmado en las finas hojas, escrito con tinta dorada, tan brillante como los rayos del mismísimo sol.

Joaquín creía firmemente en las casualidades de la vida. El destino para él no era más que una fantasía con la que a su esposo le gustaba soñar.

Lo escuchaba decir que las cosas pasaban por que así debía ser, que siempre tenían un fin en especifico.

El estaba seguro que eran meras casualidades, cosas que ocurría sin haberlo planeado, su llegada a la Ciudad fue repentina después del chantaje de su padre al decir que estaba lastimando a su madre y hermana por decidir vivir por su cuenta, alejado de esa familia que le hacía tanto daño.

Tropezar con Emilio fue el mejor accidente que pudo haberle ocurrido. Y si realmente existía el libro de la vida, ellos estaban escribiendo su propia historia.

— No existe un momento del día... En que pueda apartarme de ti. — le cantó dulcemente al oído. — El mundo parece distinto, cuando no estás junto a mí... — el rizado sonrió mientras se movían al ritmo de la suave balada. — No hay bella melodía, en qué no surjas tú, ni yo quiero escucharla, sino la escuchas tú. 

— Es que te has convertido, en parte de mi alma... — continuo el rizado de igual manera. — Ya nada me consuela, si no estás tú también.

— Más allá de tus labios, del sol y las estrellas... — se separó un poco para poder mirarlo, dejando una pequeña distancia entre ellos, rozando sus labios. — Contigo en la distancia, amado mío, estoy...

un brillo propioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora