Te voy a perder.

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Narra Joaquín.

Entonces.

El día anterior Emilio y yo cumplíamos tres meses de matrimonio, yo sé que ambos tenemos obligaciones y jamás me atrevería a decir que mientras yo trabajo durante el día él está en casa sin hacer nada, porque yo sé que no es así.

Pero, ciertamente, de los dos yo siempre soy el más ocupado, desde que entró mi propuesta a la constructora he trabajado el triple por traer de vuelta ese hotel que fue la sensación antes de la tragedia.

Casi no tenía tiempo libre, estaba entre las empresas de Humberto, ayudaba a mamá un poco con las suyas, las reparaciones del hotel, cuentas, recibos, deudas. También estaban los niños, intentaba pasar tiempo con ellos antes de que el tiempo se terminará para Sasha, ellos saben que soy su padre, pero quiero que también lo sientan, porqué en el momento en que ella se vaya seré lo único que tendrán, no quiero que piensen que se quedaron con un completo extraño. Sé lo que es sentirse solo cuando lo que se necesitas es compañía, no quiero que ellos lo experimenten, es simplemente horrible.

Cómo dije, ayer cumplíamos tres meses de casados, yo mismo le propuse una noche solo para nosotros, tenía planeado invitarlo a un lindo restaurante y después llevarlo a donde él quisiera sin excepción, pero lo olvidé, y no puedo sentirme más culpable.

Sasha me llamo porque no se sentía bien, no sabía que hacer, estaba tan aterrado de que pasará lo inevitable, salí de casa bastante temprano, estaba tan nervioso que olvide avisar a Emilio.

La lleve al hospital para que un doctor la revisara, en ese nivel de ansiedad yo no era de bastante ayuda, necesitaba a un profesional. Estuvo en el consultorio poco más de una hora mientras yo esperaba a fuera con los niños, al salir tuvimos que esperar otro par de horas mientras le hacían unos análisis. Jamás supe que fue lo que le dijo el doctor, y ella tampoco me lo comento.

El resto del día me quedé con ellos, tan aterrado de que le sucediera algo con los niños presentes llorando horrorizados sin saber que hacer. Eran las siete de la noche cuando iba a volver a casa, había quedado con Emilio de irnos a las seis en punto, tal vez sí me daba prisa no estaría tan molesto. Pero justo cuando estaba por irme Sasha volvió a sentirse mal, una vez más la lleve al hospital y la noche se me fue ahí, estaba tan preocupado por los niños, tan nervioso por ella, tan ansioso por ese lugar lleno de doctores de aquí para allá, estaba entrando en mi límite, me atrevo a decir que están más asustado que mis hijos, en más de una ocasión un par de enfermeras se acercaron a mi a preguntarme si estaba bien, la respuesta era no, estaba a nada de entrar en pánico ahí mismo.

Eran las diez de la noche cuando ella salió en compañía del doctor, todo parecía estar bien de nuevo, pero yo no, tuve que llamar a Raúl para que viniera por nosotros, estaba tan alterado que si me ponía detrás de un volante nos estrellaria, aún recuerdo como fui yo quien esa vez tuvo que entrar en el consultorio, pasó lo que me temía, tuve un ataque de pánico y no sabía que hacer, fueron otros treinta minutos mientras intentaba calmarme. Recuerdo como mis manos temblaban sin parar, ese gran nudo en la garganta y esa opresión en el pecho que me impedían respirar.

Cuando salimos de ahí Raúl nos llevó primero al departamento de Sasha, después el camino fue directo a casa. Me sentía físicamente horrible.

Lo único que quería era ir a abrazar a Emilio e intentar calmarme realmente, pero fue entonces que me di cuenta de que nuevamente lo había dejado plantado.

un brillo propioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora