Repararte.

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Emilio:

Han sido tiempos difíciles, no importa con cuánta positividad quiera tomar toda esta situación, dentro de mí sé que es mi método de defensa contra el dolor, últimamente no está funcionando.

Joaquín se ha convertido en todo lo contrario, la negatividad recorre sus venas con rapidez, en más de una vez quise molestarme por ello, puede que en algunas ocasiones se lo hiciera saber, sin poder evitarlo, sin poder detenerme, sin querer lastimarlo. Lo hice.

Podía sentir como la tensión invadía la habitación cada vez que estábamos juntos, como conseguía estrangularme lentamente, él no parecía estar mejor.

No podía evitar mirarlo y preguntarme qué pasaba por su cabeza, que estaba pensando en realidad respecto a todo esto, lo veía dormir por pequeños lapsos de tiempo, preguntándome que le robaba el sueño. Preguntas que han no me atrevía a hacerle.

Las cosas han cambiado bastante, me atrevo ha decir que no soy el único que no tiene la menor idea de que hay entre nosotros, de cómo tratar al otro.

Lo que sucedió en el gimnasio fue una prueba de ello. No tenía la menor idea de que aquello le molestaba, mucho menos de que conseguía herirlo.

Cada que algo así sucedía no podía evitar preguntarme, ¿Por qué no me lo dijiste? Doce meses y aún no consigo encontrar una respuesta a ello.

<<Dale tiempo>>

Fue la respuesta de doña Mary, ¿Cuánto? No podía seguir esperando cuando estaba seguro de que estaría rompiéndose en su oficina, y eso era lo que más me dolía, verlo sufrir. Era él quien peor la estaba pasando, puede que incluso fuera quién más solo se sentía.

No pude, ya no pude esperar y darle más tiempo, no soportaba la distancia entre nosotros, no soportaba preguntarme si aún había un nosotros.

Fui a su oficina dispuesto a averiguarlo, sintiendo como los nervios se apoderaban de mí, pero al entrar no se encontraba allí, no estaba trabajando a morir como el último tiempo, mucho menos estudiando, y eso solo quería decir una cosa, que todo estaba terriblemente mal.

Me dirige a la habitación, abrí la puerta con sumo cuidado temiendo lo que sea que pudiera encontrar, sobre todo que un zapato saliera volando en mi dirección como lo hizo con Guzmán después de aquella discusión, su madre le había gritado que estaba enloqueciendo por completo, un loco.

Recuerdo sus ojos demostrando la furia que corría por sus venas, como se llenaban de lágrimas que no derramaría, el fuego salía de ellos, y si las miradas matarán, todos nosotros nos encontraríamos ardiendo en lo más profundo del infierno.

Entré en completo silencio, se encontraba en la cama dandole la espalda a la puerta, cubierto por las mantas rojas, respiraba pesadamente, habría creído que estaba dormido de no ser por el sollozo que se escapó de sus labios.

Estaba llorando, mi corazón se encogió al escucharlo, sabía que jamás podría entender por completo como es que se sentía, por qué no era yo quien se encontraba en su situación, estaba roto.

Quería ir hacia él y abrazarlo, decirle que todo estaría bien, que estábamos juntos en esto, pero algo dentro de mí me lo impidió, quedándome en el mismo sitio, temiendo que me rechazará al hacerlo.

Lloraba en silencio, uno aterrador, uno que jamás había estado presente con tal intensidad, el cual era quebrantado tan solo por aquellos sollozos que no podía seguir reteniendo.

- Ellos no tienen la culpa... - susurró con la voz rota. - solo yo... Solo yo... Nadie más que yo... Entiéndelo ya, Joaquín....

Me dolía saber cómo es que después e tanto tiempo seguía castigándose, no importaba que le dijera, yo o cualquiera, se seguía atormentando.

un brillo propioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora