Herido

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Escuchen la canción no me ignoren.

«Si algún día me suicido será un domingo, porque es el día más insignificante que existe»

Narra Joaquín.

Entonces.

Recuerdo cómo es que a Emilio le gustaba soñar con el destino, con esas historias escritas en el maravilloso libro de la vida, plasmadas desde el inicio hasta el final, listas para ser vividas.

Solía decirle que no eran más que simples fantasías. Pero últimamente he pensado mucho en el destino, preguntándome si este era el nuestro.

Había tenido muchas pesadillas a lo largo de mi vida, pero ninguna me aterraba tanto como aquella en la que perdía lo más valioso que había tenido jamás.

Durante años sobreviví en el mundo al que mis padres me habían condenado.

Emilio llegó a darle un verdadero sentido a mi vida, a realmente hacerme sentir que tenía una.

Ahora ya no estaba, y tampoco mis ganas de vivirla.

Ya no me necesitas.

Emilio es un chico inteligente. Pero jamás había estado tan equivocado, lo necesitaba con más desesperación que al oxígeno. Mamá creía que existe un Dios que tiene un plan divino, solo tienes que tener fé en él, pero ni siquiera Dios me hace tanta falta como el chico que se llevó mi alma con sigo.

Me sentía tan vacío. Siempre creí que era un alma completa sin necesidad de una mitad, pero jamás me había sentido tan incompleto como ahora.

La imagen de mí en medio de las lágrimas parecía haberse vuelto más frecuente de lo que me gustaría.

Había pasado poco más de una hora y seguía en la sala de juntas escuchando esos reclamos de parte de todos, sintiendo mis mejillas empaparse por esos dolorosos fluidos.

Mi mirada se mantenía baja, incapaz de mantenerla a alguno en esa habitación.

La preocupación de Johnson, Zuria buscando una manera de ayudarme, el terror en los ojos de Guzmán, la profunda decepción en mamá.

Limpiaba mis lágrimas con torpeza pero no parecía ser suficiente, seguían estando ahí, me estaba ahogando y no podía nadar, ya no tenía una razón para hacerlo. Tan solo quería tocar el fondo, porque no hay nada más allá.

¿Tienes idea de cómo pudimos sentirnos?

¿Tienen idea de cómo me siento yo? Estoy tan cansado de todo esto, me siento tan culpable.

Pude oír los tacones de mi madre saliendo de la habitación seguido de unos pasos más grandes, no había escuchado nada de lo que dijeron, no quería hacerlo.

Pronto pude ver los pies de Zuria deteniéndose frente a mí, ella se puso en cuclillas para verme como si de un niño se tratara.

— Nada está bien. — dijo ella con su voz suave, ella se negaba a mentirme con falsas promesas. Tomo mis mejillas entre sus manos buscando mi mirada mientras limpiaba mis lágrimas. — Allá afuera tienes una hermana que quiere aprender de ti, dos mamás a las que destrozarías si te ocurriera algo, tienes un nuevo padre que te ama con todo lo que es y tienes dos hijos que te necesitan.

un brillo propioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora