Hábito

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«Como la necesito.
Dios había sido mi más importante carencia.
Pero a ella la necesito más que a Dios»

Narra Joaquín.

Entonces.

Cerré mis ojos un momento, nuevamente estaba ahí, frente a mí, podía ver sus hermosos ojos marrones cristalizandose a punto de romperse en llanto mientras me decía todo lo que pensaba en realidad, como me lo gritaba sin piedad.

¡Yo estoy harto de ti!

Aún no podía olvidarlo, se reproducía una y otra vez en mi cabeza, no conseguía hacer que se detuviera.

Sentía ese nudo en la garganta que no me dejaba tranquilo, esa operación en el pecho que me recordaba el enorme vacío que estaba sintiendo desde su ausencia.

Ya no quiero estar contigo.

Había escuchado muchas veces aquella frase que decía, «nunca sabes lo que tienes hasta que lo pierdes», creo que no podría ser más erróneo.

Siempre supe que tenía a mi lado a la mejor persona que podría existir en este mundo tan podrido, el hombre por el que fácilmente podría pelear una guerra por conseguir su amor, tan solo no pensé que alguna vez iba a perderlo, no de nuevo, no de esta manera.

Al abrir mis ojos él ya no estaba ahí, me encontraba solo en la habitación como en el único tiempo, únicamente acompañado por el peso de su ausencia.

Mi mirada se mantenía baja, se había vuelto tan común en mí, al igual que esas gotas de dolor que mis ojos derramaban en silencio.

Estaba en mi habitación, únicamente sentado en la cama mientras hacía mi mejor intento por detener esos incesantes pensamientos que no me dejaban en paz, por silenciar esas voces repitiendo sus palabras.

Dormir se había vuelto imposible, el insomnio era el único que me hacía compañía durante la noche, instalándose para no irse en un buen tiempo.

Mamá creía que intentaba matarme de hambre para que así Emilio viniera corriendo como si de una estúpida película se tratara, no buscaba despertar su lastima, simplemente había perdido el apetito por completo.

Ya no tenía ganas de nada, le sentía tan cansado que solo quería dormir pero tampoco podía hacerlo, los recuerdos no se detenían, mis ojos ardían gran parte del tiempo y notables ojeras los decoraban, cada vez que intentaba cerrarlos para descansar lo veía a él llorando, como mordía su labio inferior intentando retener sus sollozos, su expresión de dolor, escuchaba su llanto.

Cuando conseguía quedarme dormido era por muy poco tiempo, mis pesadillas habían vuelto, me sentía tan aterrado estando solo, pero sobre todo vulnerable.

Toda la vida nos dijeron que los sueños se volvían realidad, pero olvidan que las pesadillas también son sueños.

No sé si estoy dentro de la mía o si es el mundo real, no puedo encontrar la diferencia. Tan solo quiero que termine.

Mamá viene a verme cada dos horas, tan aterrada de que haya intentado hacerme daño, ni siquiera me sentía con los suficientes ánimos para intentarlo. Me sentía tan mal por todo lo que estaba ocurriendo, no merecía toda la atención que estaba recibiendo aquí, todos creían que me estaba castigando, yo estoy seguro de que no estoy sufriendo lo suficiente para compensar una milésima parte de lo que provoque.

un brillo propioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora