No quiero que sienta lastima

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El simple hecho de pensar que cualquier cosa puede hacerme perderlo todo me aterra, no quisiera que algo me sucediera y no volver a ver a Emilio, no ahora que en verdad me siento bien con él. Ayer estuvo aquí conmigo, admito que lo trate algo mal, básicamente le grite mientras lo corria de mi habitación, pero no se fue, se quedo conmigo. Cuando creí que se había ido baje las escaleras para buscar un vaso con agua,  pero escuche como hablaban con Emilio, no entendí muy bien lo que decían pues estaban casi susurrando, decidí irme a mi habitación, solo espero y no le hayan dicho algo de más.

Desperté y todos en casa estaban muy apurados, no entendí que sucedía hasta que baje y vi en la sala unas maletas. ¿Qué no se irían en unos días?

- Tendremos que irnos antes, por que una tormenta se aproxima y cancelaran los vuelos - dijo Humberto - ya le avisamos a Juan y lizet, necesito que tomes tus medicamentos, ¿seguro que estarás bien? ¿No quieres venir?

- Estaré bien Humberto. - dije de mala gana.

- Joaquín, cuantas veces tengo que decirte que para ti no soy Humberto, ¡Soy papá! - subió su tono de voz la cual por por general resultaba intimidante para varios, pero no para mí.

- Se les hace tarde, ¿Recuerdas?

Él solo me miro furioso, iba a decir algo pero Elizabeth lo interrumpió.

- Te deje el desayuno hecho, si lo necesitas las llaves del auto están en mi buro, nosotros nos iremos en un taxi al aeropuerto. Tenemos que irnos, si necesitas algo nos llamas, te amamos.

No dije nada, no puedo hacerlo, no me siento capas o listo para hacerlo, una vez que se fueron me quedé solo, aunque desde hace mucho tiempo que lo estaba. Me había dejado en desayuno en la mesa, pero ni lo toque, solo me serví un vaso con agua y subí a mi habitación, no tenía nada que hacer, así que comencé la tarea de vacaciones, pero escuche que alguien entro a la casa y después subió las escaleras, seguramente olvidaron algo, pero eso no es cosa que me importe, hasta que escuche que tocaron la puerta de mi habitación.

- ¿¡Ahora que quieren!? - dije mientras me levantaba a abrir, al hacerlo pude ver a Emilio.

- Buenos días a ti también - dijo riendo.

- Lo siento, ¿Que haces aquí? O mejor dicho ¿Cómo entraste?

- Bueno, tu mamá me dio una llave antes de irse para que viniera a ver que estes bien, por cierto, ¿sabías que tienen copias de la de tu habitación? - dijo mientras me mostraba la llave, yo solo se la arrebate.

- Sí, esta es la última que me faltaba quitarles.

- Noté que no desayunaste y tienes que hacerlo, así que vine a invitarte a desayunar con nosotros. - dijo con una linda sonrisa.

- No quiero, no tengo hambre Emi.

- Entonces tendré que irme molesto contigo - dijo mientras se iba - muy molesto.

- ¿En serio me vas a chantajear siempre con eso? Esta bien, solo espera a que me arregle.

- De acuerdo - entro a mi habitación, estaba buscando mi ropa cuando voltee y vi que tenía mis medicamentos en la mano - ¿Que esto Joaco? 

- No es nada - dije mientras se los quitaba - dame diez minutos.

Me metí al baño antes de que dijera algo y pude notar su cara de confusión. Guarde las pastillas en el botiquín que estaba tras el espejo del baño. Al cerrarlo pude ver mi reflejo en él, me veía horrible, parecía que estaba muy enfermo, pero lo peor es que si lo estoy. Me paro frente al espejo y ya no me gusta lo que veo. Mientras más empeore mi enfermedad me vere más palido, más débil ¿Y si dejo de gustarle a Emi? Me metí a la ducha y estuve un buen rato ahí, tratando de que mis problemas se resbalaran y se fueran junto con el agua. Cerré las llaves del agua y me puse una toalla en la cintura para después lavar mis dientes, estaba tranquilo haciendo eso, hasta que tocaron la puerta del baño, era Emilio, olvide por completo que estaba aquí.

un brillo propioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora