Sobrevivir

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Ódiame o ámame, ambas están a mi favor. Si me amas siempre estaré en tu corazón, y si me odias siempre estaré en tu cabeza》
- William Shakespeare.

Ahora. 1/?

Emilio evitaba a toda costa la mirada de Joaquín siendo incapaz de mantenerla, estaba tan furioso que podría jurar que las venas en su cuello comenzaron a saltar.

No sé molesto en preocuparse demasiado, tan solo era un poco de agua... o bueno, bastante agua. Estaba seguro que en un par se horas se le bajaría el coraje y todo estaría bien.

No pudo evitar pensar en lo parecido que era a su padre aún cuando intentaba negarlo, recuerda todos esos corajes que le provocó, como es que esa vena resaltaba en su frente tal como estaba sucediendo con las que estaban en el cuello del castaño.

No puedo evitar sonreír burlón al pensar en ello, mala idea.

- ¿Te parece gracioso? - preguntó Joaquín verdaderamente eojado borrando ese gesto de sus labios casi de inmediato.

- Quiero que te disculpes. - Ordenó Juan luciendo tan molesto como Joaquín. - Ahora.

- Yo no hice nada. - se encogió de hombros.

- ¡Emilio! - Regaño Liz levantando la voz.

- Ya déjalo así Liz. - pidió Joaquín aún con el coraje en su voz. - Ni siquiera sé porque me sorprende, para ser el mayor de los dos siempre fuiste el más inmaduro.

Emilio lo miró, quiso decir algo pero no pudo, realmente no sabía cómo contestar.

- Vayan a cambiarse. - Habló Azul. - Puedes tomar ropa de mi armario, Sam.

- Nosotros no hemos terminado. - advirtió a sus hijos, para después mirar a Samantha. - Vamos, Sam.

Ambos cruzaron la calle para entrar a la casa del castaño, Samantha intentaba mantenerse camada para tranquilizar a Joaquín y no fuera tan duro con sus hijos, pero no estaba funcionando en lo absoluto, estaba bastante enojado que podía notarse a kilómetros de distancia.

- Los tres van a sentarse ahí y será mejor que vayan preparando una buena disculpa.

- Pero...

- Que te sientes, Emilio. - Ordenó Liz entre dientes.

Obedeció de mala gana, podía escuchar a los niños llorar porque su padre estaba enojado con ellos.

Valió la pena. pensó.

[...]

Joaquín y Samantha salieron diez minutos después con ropa seca, si tenían planeado salir esa noche ahora ya no tenían ganas para ir a ningún lado.

Samantha se acercó de nuevo tan solo para despedirse, ahora lo único que quería era irse, estaba bastante enojada por lo que sucedió, pero los niños ya tenían bastante con su padre.

Dejó un beso sobre la mejilla de ambos limpiando sus lágrimas mientras les decía que todo estaba bien, no le quedaba más que olvidarlo y dejar el momento como una pequeña broma de los niños, pero no pudo mirar con la misma ternura a los chicos que habían planeado todo, asegurándose de que sintieran su molestia.

Después se acercó al castaño para poder abrazarlo gesto que le correspondió, Emilio veía aquello en silencio sintiendo como su sangre comenzaba a arder, se suponía que Samantha se fuera enojada con él y los niños para no volver, no que los consolara y eso mejorara la imagen que Joaquín tenía de ella.

- Lo entiendes, ¿cierto? - pregunto mirándolo con timidez.

- Esta bien, Sam. - respondió. - Yo tampoco tengo ganas de salir.

un brillo propioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora