Diamantes

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《De nada sirve la riqueza en los bolsillos cuando hay pobreza en el corazón.》

Ahora. 3/?

No supo en qué momento sucedió, pero Samantha, Félix y Emilio comenzaron a discutir por quién se quedaría a cuidarlo, Joaquín estaba bastante desconcertado y confundido a la vez, no tenía la menor idea de porqué estaban discutiendo, tan solo era un resfriado.

— Hey, ya basta. — suplicó levantando un poco la voz. — ¿Por qué están peleando?

— Pues dile que se vaya. — dijo Emilio señalando a Samantha.

— Yo soy la doctora aquí. — respondió enojada. — váyanse ustedes, ya hicieron suficiente ayer.

— Tan solo di que estas demasiado celosa. — Espetó Félix tan molesto como el rizado.

— ¡Joaquín! — reprocharon los tres al mismo tiempo.

Los tres esperando que tomara una decisión y defendiera a alguno, que dejara claro con quien estaba saliendo, a quien quería y a quien no.

Pero estaba demasiado desconcertado para hacerlo. El teléfono comenzó a sonar, decidió responder antes de que ellos consiguieran volverlo loco.

No consiguió decir una sola palabra, tan solo debía escuchar, su boca se abrió pero fue interrumpido del otro lado de la línea antes de que las palabras salieran de su boca.

Fueron tan solo un par de minutos, el castaño se puso de pie con rapidez para tomar la laptop que tenía en la mesa de la sala para regresar al comedor de nuevo.

— ¿Qué pasa? — preguntó Samantha.

— Es Darcy. — contestó, pudo escuchar a la pelirroja maldecir por lo bajo.

Joaquín abrió la laptop para dar click en aceptar a la videoconferencia entrante mientras que Samantha le pedía a los chicos que se hicieran a un lado.

Pronto pudieron ver a una mujer detrás de un escritorio en lo que parecía ser una lujosa oficina, su cabello era oscuro, sus ojos claros, su nariz pequeña, labios gruesos coloreados de un color rojo mate, era una mujer hermosa y tan podrida al mismo tiempo.

— Buenos días, Joaquín. — dijo. — Señorita Walker.

— Buenos días. — contestaron al unísono.

— ¿Por qué no estás en la construcción? — preguntó, pronto su intensa mirada pasó de esos papeles a estar sobre el castaño. — Tienes trabajo.

— Tuve un inconveniente. — respondió. — Estoy atendiendo mis pendientes desde casa.

— ¿Le pasó algo a tus hijos? ¿Estas en un hospital? — preguntó alzando la voz en cada cuestionamiento. — ¿tuviste un accidente de auto? ¿Perdieron una mano?

— No, pero...

— Pero nada. — interrumpió con la dureza en su voz. — Si no es una verdadera emergencia deberías estar en tu puesto ordenando todo ese papeleo y asegurándote de que todo esté marchando de maravilla.

— Azul se está haciendo cargo...

— ¿Y a quién le di un contrato? — interrumpió de nuevo. — ¿A ti o a ella?

— A mí. — contestó.

— Arregla lo que sea que te haya detenido y espero que no vuelva a suceder. — advirtió. — Tengo más cosas que hacer así que no podré ir a la junta, a manera de que no estás haciendo nada tendrás que venir aquí.

un brillo propioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora