Día 1 del juicio
7:00 a.m.
Altagracia se levantó con una sensación pesada en el pecho. Hoy empezaba el fin de su calvario... esperaba.
La noche anterior su familia la había acompañado, tratando de hablar de cualquier cosa excepto del juicio. Intentaron distraerla de lo que le tocaría enfrentar a la mañana siguiente, aunque no era fácil borrar de su mente cómo su futuro podría cambiar. Incluso pensó por un segundo en hacerle caso a José Luis y recurrir a métodos menos... ortodoxos para asegurarse de no caer presa. Pero en un momento en el que se encontró con Mónica a solas, su hija le dijo unas palabras que la hicieron recapacitar.
– Mamá... Sé que es difícil confiar en la justicia de este país. No sabes la cantidad de mujeres que piden ayuda y no se les hace caso hasta que es muy tarde. – dijo, tomándola de las manos y dándole una sonrisa triste. – Pero tú decidiste defenderte, no lograron hacer que te rindieras. Y por eso nadie te puede condenar. Eres la mujer más fuerte que conozco, y lo único que hiciste fue pelear por tu vida cuando nadie más te auxilió. Estoy segura de que el jurado verá la realidad y te dejará libre.
Las palabras de Mónica le habían llegado al alma. La abrazó por lo que le pareció una eternidad. Después de ahí, el ambiente se había vuelto un poco más ligero cuando se atiborraron de comida casera preparada por Regina. Hasta se animó a ver una película de esas románticas que le causaban tanta repulsión para luego dormir todas juntas. Le hizo bien compartir con sus chicas, era algo que le llenaba el corazón y le recordaba lo que era importante.
Y José Luis... él, por su parte, se había pasado toda la noche enviándole mensajes cortos, dándole ánimo, haciéndole saber que la apoyaba y que la iba a acompañar en todo el proceso. Con cada mensaje, cada palabra, la embargaba una sensación acogedora. Definitivamente no se estaba arrepintiendo de darle una oportunidad a esta relación.
Al ver el reloj, se sentó en la cama y se estiró. Se quedó extrañada cuando no encontró a ninguna de las chicas en la habitación ni en el baño. Se ajustó una bata de seda a la cintura y salió en su búsqueda. Al llegar a la cocina, lo único que encontró fue un plato con algo de fruta y panqueques y una nota.
"Nos vemos en el juzgado, te amamos." Leía el pedazo de papel. Altagracia frunció el ceño. Estaba segura de que habían acordado ir juntas, pero parece que habían cambiado los planes. Lo más seguro Matamoros iría a por ella. Estaba disfrutando del desayuno cuando el timbre del departamento sonó.
Se apresuró a contestar, pensando que sería su guardaespaldas. Ni siquiera se preocupó por mirar antes de abrir la puerta y encontrarse con... José Luis.
– Buenos días, preciosa. – dijo, mirándola de arriba abajo y sonriendo abiertamente.
– José Luis... ¿qué...? – se quedó sin palabras, mientras él le pasaba por el lado para entrar.
– ¿Que qué hago aquí? Pasándote a buscar, ¿qué más? – le dio un beso rápido en los labios.
– No habíamos hablado de eso... Y ahora apareces aquí sin aviso... – cerró la puerta y se cruzó de brazos.
– Es que te conozco, mujer. Si te preguntaba, te ibas a negar rotundamente. – se colocó las manos dentro de los bolsillos, tensando la tela de su traje de diseñador alrededor de sus músculos. Sonrió al ver cómo ladeaba la cabeza, reconociendo que tenía razón. Mientras más la iba conociendo, más la amaba, con todo y su terquedad. – O hubieras buscado una excusa para zafarte.
– Y te pusiste de acuerdo con las traidoras de mi familia... – no pudo evitar sonreír. Le habían jugado sucio, aunque no se podía quejar. – ¿Estás seguro de querer acompañarme? Si lo haces, esos buitres de la prensa van a querer tomarlo en tu contra. Incluso contra la empresa.
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La Indomable
FanfictionAltagracia lo había perdido todo: su empresa, su familia, el hombre al que amaba... Pero la vida le ha dado otra oportunidad para resarcir sus errores y ser feliz. ¿La aprovechará? Como me habría gustado que hubiera sido La Doña 2.