Capítulo 89

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José Luis aceptó la llamada, extrañado. Se tensó al escuchar la voz frenética de Regina.

– ¡¡José Luis!! – se le escuchaba muy alterada. – N-no puedo dar con Altagracia...

– Regina, a ver, cálmat...

– ¡¿No me escuchas?! ¡ALTAGRACIA. NO. APARECE! – repitió, haciendo énfasis en cada palabra. 

El moreno se dijo que no podía entrar en pánico, aunque tuvo un mal presentimiento. Razonó que dos personas histéricas no iban a resolver nada, debía mantenerse calmado.

– ¿Sabías que se va a vivir a Europa? – espetó, como si una cosa tuviera que ver con la otra.

– ¿Eh? S-si, me había contado... – dijo, con un atisbo de duda. – Pero aún no tenía fecha para irse. Ella iba a encontrarse con Saúl en Veracruz para...

Como si fuera posible, José Luis se tensó aún más.

– Pues llámalo a él. Si se fue con el vato ese, que sea feliz...

– ¡Déjame terminar, José Luis! – bramó y el empresario se dio cuenta de que nunca la había escuchado utilizar ese tono. Ese tono que acostumbraba a usar Altagracia cuando intentaban verle la cara de pendeja.

– Perdona, Regina...

– Justo fue Saúl que me llamó para preguntarme por ella porque no había llegado. – siguió ella, ignorando su disculpa. – Se supone que iban a hablar sobre la extensión de la fundación y se fue con Rocco muy temprano. José Luis... hace horas que debieron estar en Veracruz, pero no hay rastro de ellos. La llamo y entra el buzón de voz, como si tuviera el celular apagado. Desaparecerse así es muy extraño en ella.

El nerviosismo era palpable en su voz. El empresario peleó con la idea de que la rubia estuviera divirtiéndose de lo lindo con el griego y apagara el móvil para olvidarse del mundo. Algo no le cuadraba. Altagracia y su hermana eran muy cercanas y, si Regina estaba buscándolo, era porque había intentado resolver por cualquier otra vía antes de contactarlo.

– Hablé con Matamoros, solo por si sabía algo de ella y nada, tampoco sabe dónde está. Él fue quien me convenció de llamarte. Pensó que tal vez... – la escuchó respirar con pesadez.

– ¿Qué tal vez qué? – le preguntó con recelo.

– ... que tal vez todavía la seguías y podríamos ubicarla.

Se maldijo para sus adentros. Sabía que nunca debió acceder a dejarla sin seguridad.

– No, Regina. Tu hermana me exigió que le quitara toda mi protección y yo... Yo fui un imbécil y le hice caso. Aunque...

El moreno comenzó a repasar todas las tácticas de seguridad que había instalado para Altagracia. Es posible que alguna se le hubiera escapado. Solo necesitaba una para mantener la esperanza de dar con ella...

– ¡¿Aunque qué?! – la desesperación de Regina lo despabiló. Se había quedado absorto en sus pensamientos hasta que finalmente dio con la respuesta.

El teléfono de la constructora.

La empresaria aún no lo había devuelto y, aunque era posible que lo hubiera dejado en casa, no podían desechar la idea. Si andaba con él, lo podrían rastrear y así dar con su paradero.

– Tengo que hablar con Genaro. Te llamo en unos minutos. – dijo, sin darle oportunidad a réplica. Cerró el teléfono e inmediatamente contactó a su jefe de seguridad.

Genaro le confirmó que mantenían el rastreo en el móvil y que la señal estaba activa en algún lugar de la carretera hacia Veracruz. José Luis no tardó en ponerse en marcha mientras pensaba en cómo mantener al tanto a la familia de Altagracia. Le envió a Matamoros la ubicación que tenía hasta el momento. Era el hombre de confianza de la empresaria y le serviría de apoyo por si se daba alguna situación.

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