Capítulo 51

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– Una invitación a una gala. – dijo José Luis, casi escupiendo las palabras. Tal vez pudo fingir que estaba tranquilo por unos minutos, pero imaginarse a Altagracia cerca del imbécil del griego sacaba a relucir sus instintos más salvajes.

– A ver, dame eso. – respondió ella, tomando la invitación de sus manos. Estaba a nombre de Cosmos Corporation. – Es una gala para presentar los próximos proyectos de la empresa de Rocco en Latinoamérica.

– Interesante... – dijo, frunciendo los labios. Estaba verdaderamente molesto y ni siquiera le importaba esconderlo. – Bien bonita la méndiga invitación.

– José Luis... – Altagracia no pudo contener una sonrisa, se veía muy guapo cuando estaba celoso.

– Mejor me voy.

– Espera... – dijo rápidamente, tomándolo de la mano. Un segundo después, cuando él se volteó hacia ella, la soltó como si el contacto le quemara. – ¿Qué tal si me acompañas? Es válida para dos personas.

– No creo que el griego aprecie que llegues de la mano de otro hombre.

– Ay, por favor. ¿A mí qué me importa lo que piense Rocco? Además, puedo llevar a quien yo quiera. Y quiero que vayas conmigo.

Tal vez no era la decisión más inteligente después de todo lo que había pasado con José Luis, pero de ninguna manera quería ir a esa fiesta sola. Se imaginaba que el magnate la estaría rondando y solo podía evitarlo llevando a un hombre como cita. La doña lo habría puesto en su lugar sin problemas, pero no quería dañar la relación empresarial que pudiera traerle beneficios a largo plazo a la constructora.

Aunque en el fondo sabía que lo que realmente quería era tener a José Luis cerca.

– ¿Estás segura de lo que me estás pidiendo? – le preguntó, pasándose un dedo por el cuello de la camisa. Estar a su lado por una noche completa, en público, le parecía uno de los métodos de tortura más crueles.

– Claro, somos socios. ¿Qué tendría de malo? – dijo, pensando en que tal vez un beso acabara de convencerlo, pero se detuvo a tiempo. En su lugar, le ajustó un poco la corbata para arreglarla.

– ¿Qué tienes pensado en esa cabecita tuya, Altagracia? – insistió, acercándose más y aspirando su aroma dulce. Su cuerpo necio estaba reaccionando a su cercanía y eso no le gustaba para nada. No quería ir a ninguna gala con ella. Lo único que deseaba era tomarla una y otra vez hasta que no hiciera otra cosa que gemir y pronunciar su nombre con anhelo.

Altagracia se quedó un rato pensativa. Debería aprovechar la salida que él le estaba dando y retirar su oferta. Pero estaba enfocada en demostrarse a sí misma que podía estar cerca de José Luis sin arder en llamas. Tendría que aprender a sobreponerse a ese capricho si quería mantenerse en la constructora. Pero no era nada fácil cuando tenía esos labios tan cerca de los suyos.

– ¿Me pasas a buscar? – preguntó, ignorando su comentario.

– Altagracia... –dijo, tragando saliva cuando ella delineó la solapa de su traje con el dedo. Podía sentir su roce a través de la tela y estaba llegando a su límite.

– Es que no quiero abusar de Matamoros. Además... debemos mostrarnos amigables frente a la sociedad, ¿no estás de acuerdo? – le instó, clavando esos ojazos verdes en su rostro.

En el interior de José Luis el deseo se debatía con el fastidio de que ella se aprovechara de la situación. Pero si no iba con ella, temía que Rocco la sedujera. Y debía evitar eso a toda costa.

Exhaló fuerte antes de responder.

– Está bien. Iré contigo.

Altagracia esbozó la sonrisa más linda que había visto en su vida. José Luis no entendía cómo pensó que tendría alguna oportunidad de negarse a cualquiera de sus peticiones. Estaba hecho todo un pendejo por ella. De puro coraje se apartó de ella bruscamente.

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