Altagracia permanecía bajo el chorro de agua pensando en todo y en nada. José Luis había ido a la cocina a preparar algo de desayuno... Bueno, de almuerzo, ya pasaba de mediodía. Ella, por su parte, había aprovechado para durar más en la ducha y tratar de asimilar todo lo que estaba pasando.
Cerró el grifo y se envolvió en una toalla antes de salir a la habitación. Se sonrió al ver lo desarreglada que estaba la cama y recordar cómo habían disfrutado. Se dispuso a buscar alguna ropa sencilla que ponerse cuando sus pensamientos la llevaron a la conversación que tuvieron el día anterior. Aun no podía creer que José Luis pasara todos estos años pensando en ella, no como una rival, sino como mujer. Deseándola. La confesión la sorprendió tanto que se encontró imaginándose a lo largo de la noche lo que habría pasado si ella se hubiera dado cuenta antes.
Pero el pasado ya fue, y esto es el presente.
Eligió un vestido cómodo y vaporoso de sus días en Francia. Mientras buscaba ropa interior provocativa, se estremeció al pensar en los besos de José Luis, en sus caricias, sus mordidas... Era increíble que todo lo referente a este hombre la excitara de esa manera. Tenía que admitir que le encantaba lo que sea que había entre ellos. Conformaban un gran equipo.
Dentro y fuera de la cama.
Altagracia acalló ese pensamiento intruso. Pero tenía razón. Él había logrado que se relajara como nunca lo había hecho con ningún otro hombre. Podía dormir tranquila en sus brazos, aun cuando a mitad de la noche la levantara para poseerla de nuevo.
Sintió como el rubor le subía hasta las mejillas. Era una sensación nueva para ella. Una sensación a la que estaba acostumbrándose cuando lo tenía cerca.
O cuando piensas en él...
Decidió que no podía durar más alistándose, así que se vistió frente al espejo. Mientras se iba colocando las bragas de encaje, se iba fijando en los rastros de pasión que José Luis había dejado por su piel. Las nalgas rojas, las marcas en las rodillas causadas por el piso del salón, las huellas de sus dientes... Pero se dijo que tenía que relajarse. Era una mujer adulta, soltera y con necesidades normales. Además, siguiendo las reglas, estaban en su casa. Allí nadie se fijaría en sus marcas. Ya mañana se las taparía para el desayuno con su familia.
Se puso el vestido sin sujetador y se lo ajustó un poco antes de salir de la habitación descalza. Apenas unos días y ya se sentía en confianza en su nuevo hogar. Se sentía bien volver a retomar el control de su vida. No estar a la expectativa de que algo saliera mal, ni siquiera pensar en los fantasmas de su pasado.
Entró en la cocina y le dio un vuelco al corazón ver a José Luis, sin camisa, haciendo el desayuno. Quiso pasar sus manos por esa espalda ancha y musculosa, pero se contuvo. Le encantaba admirarlo sin que se diera cuenta.
– ¿No tienes hambre? – dijo él aún de espaldas, sobresaltándola.
– Pues si... de muchas cosas. – respondió, recorriendo su cuerpo.
– Deja de hacer eso. – replicó José Luis, volteándose hacia ella con una sartén en manos.
– ¿Qué cosa? – contestó Altagracia, fingiendo inocencia.
– No te hagas, Sandoval... No soy un pedazo de carne, eh. – dijo José Luis, alzando una ceja y girándose para buscar un plato. – Ya está listo.
Altagracia pensó en refutarlo, pero no había necesidad. Sabía que el deseo que sentía por él era más que obvio. Aunque, por el momento, le tenía que prestar atención a su estómago que venía reclamándole desde temprano. Se sentó en el desayunador, mirándolo atentamente mientras servía la comida.
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La Indomable
FanfictionAltagracia lo había perdido todo: su empresa, su familia, el hombre al que amaba... Pero la vida le ha dado otra oportunidad para resarcir sus errores y ser feliz. ¿La aprovechará? Como me habría gustado que hubiera sido La Doña 2.