Capítulo 44

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Altagracia Sandoval

– Quiere decir que esto va hasta que yo decida que va. – dijo, mientras miraba esos ojos negros que la hacían sentir tantas cosas que no debía. La hacían querer más de lo que él podía darle.

Si tenía que ser totalmente honesta, no sabía cuándo se terminaría esto entre ellos dos. Ni siquiera sabía si quería que terminara. Pero después de varias semanas de verlo y no poder tocarlo debido a sus estúpidas reglas, no quería pensar. Se negaba a hacerlo.

Así que lo atrajo hacia su boca, buscando embriagarse de su sabor mezclado con el vino. La erección de José Luis rozaba contra la cara interna de uno de sus muslos, haciéndole recordar lo placentero que era tenerlo en ella. Se ajustó bajo él, buscando el ángulo perfecto para un contacto más íntimo. Cuando al fin la punta se encontró con su centro de placer, se frotó contra ella, causando un gruñido masculino. Altagracia sonrió contra su boca para luego profundizar los besos.

Él parecía querer contenerse, pero ella había llegado al límite de su paciencia. Levantó una pierna, envolviéndola alrededor las nalgas firmes de José Luis, pegándolo más a ella. Cuando al fin se adentró en ella, no pudo evitar lanzar un grito ahogado. Él se quedó quieto un momento y rompió el beso para mirarla a los ojos.

– Altagracia... Eres... – dijo, recorriendo su rostro. Pero las palabras quedaron en el aire cuando volvió a devorar sus labios.

Se movió contra ella en estocadas lentas pero firmes, cada una llenándola por completo. Altagracia se arqueaba para aumentar la fricción entre sus cuerpos. José Luis tomó sus manos y las clavó en el piso, por encima de su cabeza. Aprovechando que la posición le permitía mejor acceso a sus senos, comenzó a lamer uno de los pezones, ocasionando que Altagracia gimiera profundamente. Él siguió torturándola con sus dientes, produciendo un delicioso dolor que se extendía por sus terminaciones nerviosas. Quiso soltarse para tocarlo, pero él no se lo permitía. Solo seguía lamiendo, chupando, mordiendo... La estaba haciendo desvariar. No era capaz de formar un solo pensamiento coherente.

Justo cuando creía que el éxtasis estaba a una arremetida de distancia, él salió de ella inesperadamente.

– José Lu...

– Todavía no, preciosa. – dijo, mientras la tomaba y la volteaba sobre el piso, haciendo que estuviera boca abajo. – Todavía no.

Asió su trasero fuerte antes de darle una nalgada que estaba segura le dejaría una marca roja, pero eso la excitó aun más. Pasó una mano entre su cuerpo y el piso, hasta llegar a su carne húmeda, acariciándola ligeramente con los dedos. Con la otra mano, levantó sus caderas, colocándola en cuatro. Altagracia estaba tan excitada que había empezado a salivar sin control. Instintivamente, arqueó la espalda hasta donde le era posible, pegando sus pechos al piso y dejando sus nalgas arriba, mientras él seguía acariciándola.  En ese momento, él acercó su boca para lamerla, causando que se estremeciera de pies a cabeza. Siguió asaltándola con su lengua y sus dedos hasta que sintió como su cuerpo se contraía por completo. Trató de removerse pero él la mantenía en posición, sin parar de manosearla.

Los espasmos aún no desaparecían cuando José Luis se colocó detrás de ella y la penetró a una velocidad de vértigo una y otra y otra y otra y otra vez. Altagracia se mordió la mano para no gritar cuando él comenzó a cachetear la piel ya sensible de su trasero. Las embestidas eran cada vez más rápidas y salvajes, amenazando con deshacerla por dentro.

Al fin no aguantó más, dejando salir un grito liberador cuando el placer explotó a su alrededor, llegando al clímax. Otra vez. Mientras sentía las convulsiones, le suplicó que no se detuviera hasta que lo sintió tensarse dentro de ella. Se desparramó en su interior mientras la abrazaba contra él y susurraba su nombre.

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