Capítulo 43

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Había pasado otra noche en vela. Otra noche sin tenerla entre sus brazos.

Ese día al llegar a la oficina, ni siquiera se había molestado en fingir que estaba trabajando. Solo podía pasar una pelota antiestrés de una mano a otra, tratando de desocupar su mente y enfocarla en la empresa. Aunque el tipo de estrés que tenía solo se podía quitar de una manera...

Al menos jugando con la pelota, sus dedos estaban ocupados y no podían marcar la extensión de Altagracia. Solo esperaba que su estrategia con los agentes de bienes raíces diera frutos. Imaginaba que no habían encontrado departamento por lo perfeccionista que podía ser la doña. Era testigo de ello cada vez que se presentaba un proyecto que ella lideraba. Cuidaba cada detalle, cada riesgo estaba identificado con su respectivo plan de contingencia. Aparte de lo fascinante que la encontraba como mujer, era verdaderamente una adición perfecta para el crecimiento de la constructora.

En eso había pasado al menos unas dos horas cuando la puerta de su despacho se abrió de pronto. Se mantuvo con el semblante relajado, aún sabiendo que era Altagracia quien había entrado. Su aroma inundaba la oficina y José Luis pensó que solo con su perfume podría seguirla hasta el fin del mundo.

– Buen día, Navarrete. –Solo le decía Navarrete cuando estaba molesta o estresada. Esperaba que esa vez fuera la segunda.

– Buen día, Sandoval. ¿Vienes por el proyecto de la Plaza Miró? Todavía no he podido completar la revisión del papeleo. – Tenía que parecer calmado. No sabía si se había dado cuenta de que se había confabulado con Mónica. Si era así, debía prepararse para soportar todo el peso de su ira. A ella no le gustaba ceder el control.

Bueno, a veces si...

– Me imagino, con tanto trabajo... – dijo ella, con sarcasmo mientras miraba cómo seguía jugando. – Pero no vengo por eso.

Casi se le cae la pelota de las manos, así que decidió ponerla en el escritorio. Ella se sentó en la silla frente a él. No parecía molesta, pero José Luis no era tonto. Podía parecer serena en la superficie y estar hirviendo por dentro.

– Lo que pasa es que... Como sabes, he estado buscando departamento. Mónica me está ayudando. No habíamos visto nada que me gustara, hasta ayer...

Al parecer sí había funcionado su plan. Antes de emocionarse más de la cuenta, dejó que siguiera hablando.

– Mónica consiguió algunos nuevos que no habíamos visto, no sé cómo. Pensaba que habíamos andado toda la zona. Pero bueno, visitamos uno esta mañana...

Redoble de tambores...

– Y me encantó. Solo estoy esperando que mis abogados revisen el contrato antes de cerrar el trato.

– ¡Me alegro! – No sabes cuánto...

– Yo más... – respondió con un brillo en sus ojos. – Ya estaba a punto de rendirme en la búsqueda. Además... Es perfecto. Es céntrico, es de dos pisos y tiene dos habitaciones y un estudio. Súper espacioso, una cocina inmensa, las mejores terminaciones. Estoy muy contenta.

– ¿Precio?

– Razonable para sus características... No me voy a desbancar, no te preocupes. – dijo, sonriendo.

– Claro, claro... – replicó José Luis, esperando que le dijera algo más.

– Si... Otra cosa... La razón real por la que vine a hablar contigo es...

Se acabó la sequía, pensó. Se sentía como un cavernícola, solo pensando en sexo. Pero era un hombre de carne y hueso, tenía sus necesidades. Necesidades que habían sido ignoradas por demasiado tiempo.

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