Altagracia Sandoval
Esperaba no arrepentirse de aceptar ir a la casa de José Luis. Tenía que estar completamente loca para hacer esto. Andaba sin ropa interior y todo por excitarlo. No estaba acostumbrada a portarse de esa manera a menos de que quisiera conseguir algo de un hombre...
Esta vez solo lo quería a él.
Lo que le había hecho en la oficina le había puesto el mundo patas arriba. Y aun así, dudaba. Le había dado órdenes a Matamoros de permanecer a una esquina de la casa. Por si decidía dejarlo plantado. Pero es que ese hombre tenía un imán que la atraía irremediablemente.
Le nublaba la razón. Le daba una sensación que pensaba que nunca volvería a sentir. Esa sensación de plenitud, de emoción apenas verlo. Solo le había pasado una vez, cuando había confundido sus sentimientos por Saúl con amor. Se había prometido que no lo repetiría. Ahora sabía que era deseo. Desenfrenado, irracional, pero únicamente deseo. Solo quería el placer que sabía que José Luis podía darle.
Es una locura. ¿Y si se enamora de ti? No, José Luis es un hombre casado. Unos cuantos revolcones y listo. Nos cansaremos uno del otro y seremos meros socios en la empresa. Tan simple como eso.
Así que salió del vehículo, decidida. Le indicó a Matamoros que no la esperara, ella lo llamaría. Pero al llegar a la entrada, titubeó antes de llamar a la puerta. Sabía lo que esto desencadenaría, y quería estar segura de que era lo que necesitaba.
Decidió mandarlo todo a la mierda cuando en un impulso tocó el timbre. La puerta se abrió casi de inmediato. Todas las dudas se desvanecieron de su mente en el momento en que José Luis se presentó frente a ella con la camisa descompuesta y la corbata a medio quitar. No entendía cómo cada vez lo encontraba más atractivo, más irresistible.
No dejó que dijera palabra, la tomó por la cintura, pegándola a él. Cerró la puerta y la acorraló contra la madera. De inmediato sintió la presión de la dureza de José Luis. No pudo evitar acariciar su cuello y su oreja. Le encantaba jugar con sus orejas. Sus ojos negros la recorrían. El corazón le latía a mil por hora. Estaba impaciente, pero no quería ser tan obvia. Aunque él siempre se la ponía difícil.
– Te haces de rogar, Sandoval.
Como ahora.
Eres la doña, Altagracia. Demuéstrale quién tiene el control.
– Se llama juego previo, Navarrete. – dijo, antes de darle un mordisco al lóbulo de su oreja.
– Pues eso ya acabó. – respondió, colocándole una mano en el cuello y reclamando sus labios con rabia, con deseo. Cuando casi se le acababa el aire, él se despegó lo suficiente para decirle entre jadeos – Si solo quieres sexo de mí, sexo es lo que tendrás.
Oírlo hablar así, que la mirara así... No podía aguantar más. Lo atrajo hacia ella para besarlo, acariciarlo, sentirlo completo. Sentirlo tan cerca que pareciera que se fundían en uno solo.
Él por su parte le soltó la coleta que llevaba, dejando su cabello libre. Comenzó a subir su vestido sin rastro alguno de delicadeza. Sus manos la marcaban mientras ella sentía como la tela cedía para dejar expuestos sus muslos, sus caderas, sus senos... Finalmente le sacó el vestido por encima de la cabeza y siguió besando su cuello, su cara, poseyendo sus labios.
Luego bajó lentamente por su cuerpo, cubriendo su piel con besos húmedos, besos que la quemaban. Justo cuando llegó a su monte de venus, Altagracia pensó que no podía soportar mucho tiempo sin que él la poseyera. Así que lo apartó de su cuerpo, halándolo hacia arriba.
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La Indomable
FanfictionAltagracia lo había perdido todo: su empresa, su familia, el hombre al que amaba... Pero la vida le ha dado otra oportunidad para resarcir sus errores y ser feliz. ¿La aprovechará? Como me habría gustado que hubiera sido La Doña 2.