– Múdate conmigo.
Altagracia abrió los ojos de par en par al oír sus palabras. La había tomado completamente desprevenida. Se despegó de él y se giró para mirarlo a la cara, manteniendo el vestido pegado a su cuerpo. Vio fijamente sus ojos negros, como si en ellos estuviera la respuesta. Pero mil y una cosas le pasaban por la mente mientras lo hacía.
– N-no... – su mirada decepcionada casi hace que se arrepintiera. Pero no podían, al menos no por ahora. Además, estaba el tema de las amenazas. No podía arriesgarse a que algo le pasara por su culpa. – No sé. Ahora con todo este lío... ¿No ves que nuestra relación pone en tela de juicio todo lo que hacemos en la empresa? En México aún hay mucho machismo. No creen que me valga por mí misma.
– Sé que es difícil... pero te aseguro que los accionistas confían en ti. Yo confío en ti. – acercándose a ella, la tomó por los hombros. – Valoramos tu trabajo y es lo único que importa. La Constructora no ha hecho más que crecer desde que volviste. Y todo gracias a tu trabajo incansable. La decisión de hacerte socia no fue porque me encantaras... sino porque eres una gran empresaria.
La veía realmente insegura y eso le causaba más molestia que su negativa a vivir juntos. Intentó abordarla de otra manera.
– Yo lo que veo es que al fin tenemos carta blanca para mostrarnos en público. – sonrió seductoramente y continuó acariciando sus brazos.
Altagracia suspiró y pensó que estaba cansada de esconderse, de fingir frente a la gente que ese hombre no le movía el piso. Tenía razón. Ya la gente hablaba y, si iban a chismear, mejor que fuera por algo que sea cierto. Se lamió los labios con nerviosismo antes de responder.
– Tal vez... – lo miró y José Luis sintió que se quedaba sin aire.
– ¿Tal vez? – repitió, sorprendido. En un primer momento, pensó que esta sería una más de las tantas peleas inútiles que tenía con ella para que le dieran una oportunidad a lo suyo. Pero se había quedado anonadado con dos simples palabras: tal vez.
– Si, tal vez. Pero démosle tiempo al tiempo, ¿sí? – se acercó más a él para que estuviera seguro de que estaba hablando en serio. Solo quería que le tuviera un poco más de paciencia. Aunque, pensándolo bien, José Luis debía ser el hombre más paciente de todo México. – Probemos esto de mostrarnos en público y luego vemos...
– No me estés chingan... No te burles, Altagracia. Ahora el que no estás para bromas soy yo. – No podía creerlo y no podría soportar que no fuera en serio. Su rubia al fin estaba evaluando la posibilidad de ser algo más que una simple aventura.
– Lo digo en serio. Como bien me dijiste, ¿qué me debe importar lo que digan los demás? – lo besó, trazando con su lengua los labios masculinos antes de invadir su boca. Buscando eliminar el espacio entre ellos, dejó caer el vestido al piso y lo tomó por el cuello de la camisa para acercarlo a ella.
José Luis pensó que era un paso pequeño, pero tenía claro que para ella debía suponer un esfuerzo gigante. Le daba esperanza. José Luis la tomó entre sus brazos mientras ella profundizaba el beso y él aceptó gustoso hasta que un sonido molestoso los interrumpió.
Altagracia rompió el contacto. Era su móvil el que sonaba. Al ver el nombre de Mónica en la pantalla, el corazón le dio un vuelco. ¿Y si tenía algo que ver con la amenaza que había recibido? Se deshizo del vestido alrededor de sus pies y se apresuró a tomar la llamada.
– Chiquita, ¿estás bien?
– ¿Mamá? Si, si claro. La que está preocupada soy yo. No me volviste a responder cuando te envié esa foto. No le hiciste pasar un mal rato a José Luis, ¿verdad?
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La Indomable
FanfictionAltagracia lo había perdido todo: su empresa, su familia, el hombre al que amaba... Pero la vida le ha dado otra oportunidad para resarcir sus errores y ser feliz. ¿La aprovechará? Como me habría gustado que hubiera sido La Doña 2.