José Luis inspiró el aire salado y se giró hacia la tumbona a su izquierda, ocupada por Altagracia. Su güera estaba leyendo con una cara de concentración tal que casi lo disuadió de molestarla.
Siendo la palabra clave "casi".
Se sentó, sintiendo la arena caliente entre los dedos de sus pies, y le quitó el archivo de las manos para llamar su atención.
– ¡Oye! – le reprobó ella. – José Luis, necesito terminar de revisar ese contrato...
La luna de miel en Tamiahua se había extendido más de lo planeado, a insistencia de él. A Altagracia le urgía volver a trabajar, pero el moreno la convenció de no regresar a la ciudad para cuidar el embarazo... y aprovechar el tiempo a solas.
José Luis todavía se preguntaba cómo lo logró. Aunque sospechaba que todo se debía a esa playa que significaba tanto para ella.
Lamentablemente para él, estar lejos no evitaba que Altagracia quisiera estar pendiente de todo lo que pasaba en la constructora.
– Es importante. – le insistió la rubia con exasperación.
– Esto también es importante... – le respondió con burla mientras besaba su hombro.
– José Luis... – aunque el reproche en su voz había desaparecido, siendo reemplazado por un ligero ronroneo.
– ¿Si? – se quedó viéndola fijo hasta que una sonrisa se asomó en sus labios.
No necesitaba preguntarle lo que pensaba porque ya lo sabía. Se levantó y la llevó de la mano hacia la casa sin mediar otra palabra y dejando el contrato atrás.
Cuando llegaron a la habitación, hizo que sus caricias hablaran por él.
[...]
La primera vez que sintió a su bebé moverse, José Luis pensó que se moriría de la felicidad.
Sentir con sus propias manos el resultado del amor de él y Altagracia era una emoción indescriptible. A partir de ese día, no perdía la oportunidad de acariciar el vientre hinchado, besarlo e incluso hablarle con devoción.
La rubia le pedía entre risas que no estuviera tan obsesionado con ella, pero no había manera de pararlo. Sabía lo que era tenerlo todo y perderlo en un abrir y cerrar de ojos, así que no dejaría de demostrarle lo que significaba para él.
Una tarde, después de buscar unas cosas en el pueblo, entró al salón donde pasaban la mayoría del tiempo y la encontró descansando en el sillón. El pecho se le contrajo al verla tan apacible, tan tranquila. Reventaba de felicidad al saber que él había contribuido a esa paz.
En algún momento pensó que la necesidad de protegerla se desvanecería, pero sabía que eso nunca pasaría.
Dejó las bolsas a un lado y se acercó, evitando hacer cualquier movimiento brusco.
– Hola... – le susurró, apartando un mechón rubio de su rostro.
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La Indomable
FanfictionAltagracia lo había perdido todo: su empresa, su familia, el hombre al que amaba... Pero la vida le ha dado otra oportunidad para resarcir sus errores y ser feliz. ¿La aprovechará? Como me habría gustado que hubiera sido La Doña 2.