Capítulo 86

658 72 67
                                    


– Excelente, hazlo pasar. – dijo José Luis, antes de mirarla con sorna. – Este vato... otra vez. ¿En serio, Altagracia?

Antes lo había visto celoso, pero ahora estaba molesto de otra manera. Su mirada era fría, podría decir que hasta cínica.

– José Luis, yo... – pero antes de que pudiera darle una explicación, la puerta se abrió ruidosamente, dando paso al empresario griego.

–Altagracia, agapi mou... – se acercó a ella, agarrándola de los hombros para darle un sonoro beso en cada mejilla. Luego se giró hacia el moreno con una sonrisa, ignorando la tensión en el ambiente. – Navarrete, un placer volvernos a encontrar.

José Luis apretó la mano que le ofrecía y esbozó un intento de sonrisa.

– Hola, Rocco. ¿Todo bien?

– Ustedes los mexicanos y su sentido del humor. – dijo, sin dejar de mostrar los dientes con alegría. – Claro que está todo bien. Aunque tú no podrías decir lo mismo.

El moreno se giró hacia ella, con una mirada seria en el rostro.

– ¿Y eso por qué? – su tono se mantenía calmado, pero para ella era claro que estaba a punto de estallar.

– No... ¿No te dijo Altagracia? – le preguntó el extranjero con genuina confusión.

– ¿Decirme qué exactamente? – José Luis cruzó los brazos, en un intento por relajarse, aunque causó el efecto contrario.

– Pues que...

– No es momento de hablar de esto... – se adelantó ella, tratando de evitar una situación aún más incómoda entre los egos masculinos.

– No, no. Déjalo que responda. – insistió, sin quitarle los ojos de encima. Altagracia sentía que se volvía pequeña bajo su mirada acusatoria.

– Pues es muy simple, Navarrete. Le ofrecí un puesto importante en mi compañía... –  agarró la cintura de la rubia quien a su vez se separó de él sin apenas disimular, aunque al griego pareció no importarle. – Y, después de mucho empeñarme, finalmente aceptó.

– José Luis, todavía no es oficial... – ya se había decidido a dejar la empresa y aliarse con Stavros, pero había querido decirle ella misma... a su tiempo.

¿Cuándo? ¿Cuándo ya estuvieras comiendo un plato de moussaka en Grecia? 

– No te preocupes, no me debes explicaciones. – masculló el moreno. Lo vio apretar la mandíbula, pero casi de inmediato sonrió de una manera que la hizo sentir incómoda. – Si me disculpan...

El empresario les señaló la puerta sin decir nada más.

¿Los estaba echando?

Altagracia estaba sorprendida por su reacción. Sorprendida y algo dolida. Esperaba una explosión, una demostración de celos, pero ¿resignación? Eso era nuevo y la decepción que causó en ella no le gustó. Sin embargo, tenía que reconocer que era una idiotez sentirse mal porque él no se comportara como el imbécil impulsivo que la quiso chantajear. Después de todo, lo había dejado justamente por eso.

Salió delante de Rocco, ignorando las ganas de voltearse. El hombre de pelo canoso iba hablando de alguna cosa a la que no quiso prestarle atención.

Luego de entrar en su oficina, tardó unos instantes en ponerle sentido a sus palabras.

– ... tal vez no tengas tanto poder como acá, pero si hay más oportunidad de expansión en Europa.

Altagracia se giró a él con los ojos echándole chispas. Le costó mucho esfuerzo encarar a José Luis tras pasar esos días tan tortuosos, aun cuando estaba segura de que estaba haciendo lo correcto. Irónico que, ahora que Stavros había llegado de sorpresa, ya no estaba tan convencida de irse del país.

La IndomableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora