Capítulo 47

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José Luis no entendía cómo cada vez que besaba a esta mujer sus ganas de poseerla no hacían sino crecer. Con Altagracia no había nada a medias. Pasión, ternura, locura... Con ella era todo o nada. Internado en un beso profundo, comenzó a quitarse la ropa dentro de la piscina. 

Quería sentirla completa.

Por un instante pensó que lo mejor era no hacerlo ahí mismo pero su excitación era tanta que temía explotar en cualquier momento.

– José Luis... – dijo Altagracia en un suspiro, mientras le desabotonaba la camisa. Oír su nombre en esos labios tenía que ser el afrodisíaco más efectivo de la historia.

– De esa forma, dime más...

– No, José Luis... – lo interrumpió, rompiendo el beso para mirarlo a los ojos. – Alguien nos puede ver.

– No pensaste en eso antes de esperarme desnuda... – dijo, sonriendo y besándole el cuello.

– No sé qué me haces, pero mis neuronas dejan de funcionar contigo. – respondió, mientras un escalofrío le recorrió la espalda, producto de las caricias de la lengua de José Luis.

– Lamentable... – dijo, aunque su tono sarcástico hizo entrever que no lo encontraba nada desafortunado. – Pero no te preocupes, no hay nadie en toda la propiedad. Me aseguré de eso.

José Luis la tomó por los hombros para fijar la mirada en sus ojos. Quería confirmar que ella confiaba en él, que le creía. Quería que ese día disfrutaran sin pensar en nada más. Ni en la empresa, ni en su pasado... Nada del mundo exterior podría dañar ese momento.

Esta vez fue ella quien tomó la delantera besándolo, acariciándolo y enredando el cabello negro entre sus dedos. José Luis terminó de quitarse la camisa lo mejor que pudo. Los pantalones eran un poco más difíciles, pero ya le urgía liberarse de tanta tela. Sabía que la ropa y los zapatos estarían arruinados, pero no le importaba. Nada más importaba cuando la tenía así, solo para él.

Estando al fin desnudo, aprovechó para cargarla y que ella envolviera su cuerpo con esas piernas que lo sacaban de quicio. Los besos seguían, y el placer aumentaba mientras se agotaba el oxígeno entre ellos. Su dolorosa erección rozaba la carne dulce de Altagracia y José Luis se contuvo para no internarse en ella de golpe. No quería terminar tan rápido. La llevó hasta el borde de la piscina y bajó por su cuello, deteniéndose unos segundos para lamer los chupones que todavía no desaparecían del todo. Con sus manos recorrió sus muslos tensos hasta llegar a su cintura y tomarla con fuerza. En ese momento, ella comenzó a mover sus caderas, haciendo que el roce ente sus sexos fuera más intenso. Y como si no fuera suficiente, tomó una oreja entre sus labios y empezó a lamer y chupar, causando estragos en su entrepierna.

José Luis tenía mucha fuerza de voluntad, pero al final seguía siendo un simple hombre. Así que asió sus nalgas y la penetró con dureza, lanzando un gruñido contra su cuello. Podía sentir unas uñas clavarse en su espalda, trasero... Pareciera como si se estuviera vengando de todas las marcas que le había dejado el fin de semana pasado. Y eso le encantaba.

El agua los rodeaba, ralentizando las embestidas, pero al mismo tiempo intensificándolas. Altagracia sentía como si funcionara como un paracaídas, evitando que se estrellaran antes de tiempo. Mezclado con los jadeos de ambos, era una sensación completamente embriagadora.

José Luis la volteó con cuidado y colocó una mano entre ella y el borde de la alberca. La tomó por detrás, adentrándose en ella con estocadas cada vez más rápidas. Comenzó a plantar besos en su hombro mientras bajaba una mano hasta su sexo y estimulaba su clítoris. Altagracia creyó que iba a derretirse de placer. Recostó la cabeza contra el pecho masculino y con la respiración entrecortada gritó su nombre. En ese instante, él sintió cómo se tensaba entre sus brazos y se dejó ir al mismo tiempo, disfrutando las convulsiones compartidas. Justo cuando pensaba que esta mujer no podía ser más increíble...

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