Capítulo 53

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"¿MEZCLANDO NEGOCIOS CON PLACER?"

El estómago se le revolvió al leer esas palabras llenas de sensacionalismo. Pero si el título estaba escrito para llamar la atención, el resto del artículo era un ataque directo a ella. Se cuestionaban si su relación no era más que un plan de Altagracia para obtener un beneficio económico. El ligero mareo por todo el alcohol de la noche anterior había dado paso a una incomodidad de la que no se podía librar. Leyó la nota en voz alta.

"La Doña está de vuelta. La otrora referente femenina de la construcción y conocida femme fatale, Altagracia Sandoval, se enfrenta a un inminente juicio para defenderse de las acusaciones en su contra. Al parecer, la presunta asesina de Rafael Cabral está moviendo sus fichas para obtener todo el apoyo posible antes de llegar al juzgado. ¿Será esta nueva relación con el magnate José Luis Navarrete solamente el medio para lograr un fin? El empresario haría bien en cuidarse de terminar como alguna de las parejas sentimentales anteriores de La Doña."

– Mira esto, José Luis... ¡Míralo! Esto es justo lo que no quería que pasara. Es un desastre... – dijo, mostrándole el celular. Estaba al borde de un colapso de nervios. Sus peores miedos fueron confirmados con ese horrible artículo.

– Ay, mujer. – chasqueó la lengua y con cuidado le quitó la taza de las manos para ponerla en la mesa. Con los temblores que recorrían a Altagracia temía que se quemara con el café caliente. – ¿A ti qué tiene que importarte lo que digan los demás?

– Me importa que me respeten, y no pueden hacerlo si piensan que me acuesto contigo para obtener algo a cambio.

– Pero claro que lo haces. Estás conmigo a cambio de placer. – esbozó una media sonrisa, tratando de que se relajara un poco. Tomó las manos de Altagracia entre las suyas, pero ella las retiró de golpe.

– Fui una estúpida y nos puse en evidencia. – su barbilla temblaba y se le había formado un nudo en la garganta de la impotencia. Un dolor de cabeza amenazaba con hacerse presente por el estrés.

– Ya, ya. Vamos a respirar profundo, ¿sí? – le levantó el mentón con un dedo para que lo mirara. Le acarició ligeramente la mejilla antes de sonreír. – Solo tienes que aceptar públicamente que estás loca por mi y listo.

Altagracia casi rio, pero estaba demasiado molesta. Esta vez su encanto no podía disipar su enojo.

– No estoy para bromas, José Luis. – dijo, mirándolo fijamente. Era una mirada que podría poner a cualquiera a temblar de miedo. Pero eso no iba a callarlo.

– No estoy bromeando. Tener que fingir, que negar lo que hay entre nosotros me da rabia. Estoy loco por ti. Tú lo estás por mí. Me tienes pendejo. Y no me importa. – siguió acariciando su mejilla, con esperanza de que ella se calmara. – Te haría café y el amor cada mañana, mi güera. Y no necesariamente en ese orden.

– José Luis, yo... – lo miró por debajo de sus largas pestañas con una expresión cautelosa.

– ¿Qué pasa? ¿Acaso el griego este...? – dijo, de pronto. No sabía por qué le venía ese hombre a la mente, pero estaba medio paranoico.

– ¿Todavía estás celoso? – sonrió levemente mientras apoyaba la mejilla contra su mano. Al ver que seguía algo molesto, su sonrisa se hizo más grande. – Ay, José Luis. Por Rocco no tienes que preocuparte. Él no significa nada. Nunca significó nada. Además, vuelve a Europa hoy mismo.

– Ah... – respondió, aunque mantuvo el ceño fruncido.

– Vamos, puedes sonreír. No te contengas. – le instó, sonriendo de manera coqueta y arqueando una ceja.

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