Capítulo 31

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José Luis Navarrete

Después de hacerse la prueba de compatibilidad, José Luis salió del hospital, cuidándose de que Altagracia no lo viera. Hablaba en serio cuando se dijo que, aunque la ayudaría, no podía verla más. No creía que pudiera soportar estar en el mismo sitio y no acercarse. Era demasiado peligroso.

Le dijeron que tendrían los resultados muy pronto pero que luego debían hacer otros exámenes para evaluar su condición física. Le pidió al doctor Mendoza que no le dijera nada a Altagracia hasta que estuvieran 100% seguros y lo mismo hizo con Saúl. Aunque no lo tragaba cuando estaba cerca de ella, le parecía un buen tipo. Al igual que él, estaba completamente prendado de Altagracia y no podía culparlo. Era una mujer tan especial...

Ahí iba de nuevo, haciéndose ideas con Altagracia cuando sabía que no podían estar juntos. Al parecer seguía enamorada de Aguirre y José Luis no estaba para jueguitos. Cada vez que pensaba que algo pasaría entre ellos, surgía un obstáculo. Si no era el inútil de su jefe de seguridad, era el imbécil de Saúl. Ya empezaba a pensar que era una señal.

José Luis había estado con muchas mujeres, antes y durante su matrimonio. Pero Altagracia era distinta. Encendía cada uno de sus sentidos... Lo volvía un ser irracional, impulsivo. Soñaba con ella todas las noches y la veía en todas partes cuando estaba despierto. Se había apropiado de su vida de una manera que nunca se habría imaginado.

Pero no tenía futuro con ella. Así que le pidió al chofer que se dirigiera a la constructora. Tal vez si se enfocaba en el trabajo, se olvidaría de ella... Aunque sea por unas horas. Al llegar a la empresa, se encaminó directamente a su oficina. Si no hubiera estado tan distraído, tal vez se habría dado cuenta de todos los murmullos que se agolpaban a su alrededor.

Cuando llegó al último piso, su secretaria estaba en una conversación muy amena con uno de los chicos de Contabilidad. Generalmente le habría llamado la atención, pero lo desestimó como simple chisme de oficina.

Tenía mucho trabajo acumulado, así que pidió el almuerzo a domicilio. Se internó en su despacho hasta muy tarde, verificando contratos y planos que debían estar revisados para mañana. Dejó todo listo antes de salir y encontrarse con que solo él seguía en la empresa. Aunque no le sorprendía, ya eran más de las ocho de la noche.

Se subió a uno de los todoterrenos que lo esperaban y le indicó a Genaro que el destino era su casa. Toda la tensión del día se le acumuló en la espalda y los hombros. Le vino a la cabeza que lo mejor era tomar una ducha caliente al llegar e irse directo a dormir. No tenía apetito y después de trabajar sin descanso, no tenía ganas de nada más.

De nada excepto de Altagracia Sandoval.

José Luis maldijo en su cabeza. Pensaba que se había librado de ella, del recuerdo de cómo se sentía tenerla entre sus brazos. De la imagen de sus ojos verdes, dilatados de deseo mirándolo fijamente...

Excelente. Ahora la ducha tendrá que ser fría.

Al llegar a la casa, entró cautelosamente, esperando no encontrarse con una de las crisis de Eleonora. Respiró al darse cuenta de que estaba encerrada en su estudio. Eso le daba un poco de tranquilidad, pues a veces duraba el día completo metida ahí, descargando sus penas con la pintura. Así que se dio una ducha helada, esperando que eso le calmara la ansiedad. Después de ponerse unos pantalones largos de pijama bajó al estudio para ver un poco de televisión. Tal vez encontrara algo que le sacara a Altagracia de la mente.

Pasaba los canales de cable rápidamente, como en piloto automático. No estaba viendo realmente la pantalla, hasta que vio su cara... la cara de ¡¿Altagracia?!

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